Es más fácil acertar un pleno al 15 de la quiniela que vender un piso hoy en día. Da igual que tu casa sea la Claudia Schiffer de la vivienda, que esté situada en la mejor zona de una población o que te hayas dejado los ahorros en embellecerla para los futuros compradores. El tema de la venta, tal como está el país, es actualmente una entelequia. Y no se engañen. No es una cuestión de precio; es que la gente no tiene pasta para nada, ni para lo caro, ni para lo barato. Tal vez sí para una tienda de campaña, de esas económicas que anuncian en la tele, de las que las tiras al aire y caen ya montadas. Sin embargo, los pisos… esos no los quieren ni regalados. Porque yo estoy segura de que si uno cambia el cartel de ‘Se vende’ por el de ‘Se regala’, también te pondrían pegas. “Es que da al norte”, “es que el salón es pequeño, o demasiado grande, o demasiado salón ¿?”. Pero yo también entiendo a los compradores; que ellos ven el que podría ser su futuro hogar y se emocionan. Se imaginan cómo lo amueblarían, las cenas con los amigos, los futuros niños correteando por el pasillo… Y luego llegan al banco, y las ilusiones se deshinchan con la misma rapidez que aumentan las exigencias financieras. Te piden nóminas, propiedades, avales, mil documentos, garantías y, lo que es más sorprendente, que tengas dinero. Oiga, señor banquero, si yo tuviera dinero no vendía aquí a que pedirlo. ¿Pero qué se puede esperar de una empresa que ata el boli con una cuerda para que no te lo lleves? Que te dan ganas de entrar en la sucursal encapuchado para salir corriendo con el bolígrafo, que ya está bien con tanta desconfianza. Pero yo quiero ser optimista y creo que, vender un piso es posible si se siguen unas pautas. Ahí van:
Sonreir, siempre. Pase lo que pase, y critiquen lo que critiquen; un propietario no puede darse el lujo de enfadarse. Los posibles compradores saben que ahora están una posición de hegemonía y, claro está, la aprovechan. Y si para ello, hay que echar por tierra el inmueble, pues se echa. “Que feo esto”, “no me gusta lo otro”, “esta habitación es muy pequeña para mis muebles”… Y el propietario tiene que aguantar inalterable, le va su economía en ello.
No enzarzarse con el comprador. Es muy importante no discutir. Que te llaman ladrón, porque el precio les parece demasiado alto; pues tú le explicas que la vida está muy achuchadas, que hay que comer… Pero hay que intentar en lo posible (lo sé, es muy complicado), no sacarles de tu casa a empujones y decirles que el piso se lo venda su madre. Ante todo, educación y coraje.
No reírse del interesado. Diga lo que diga. Aunque pregunte si la casa da problemas, si ladra mucho el perro del del tercero o si los vecinos son buena gente. (Te imaginas contestando, “pues no, son unos sinvergüenzas que hacen fiestas por la noche y orinan en el pasillo”.). Si el interesado te pregunta chorradas, tu aguantas el tipo y contestas con imaginación. No te queda otra.
Nunca hay que enseñar un piso de noche. Se ponga como se ponga el comprador. Porque luego, van y te critican: “no me gusta porque es oscurísimo”. Pues claro, eran las diez de la noche, que quiere, ¡que entre el sol por la ventana! Para evitar malos rollos con la luz, mejor enseñarlo por la mañana. Sin discusión.
Hay que aceptar que todo el mundo ha visto pisos más céntricos y baratos. Entonces, ¡por qué coño (con perdón) no los compran! Si uno se encuentra con un interesado que dice que acaba de ver un piso mucho mejor, anímale a que lo adquiera. Y tú, lo tuyo, que no estamos para perder el tiempo.
Si tienes una visita, echa a los niños y a los perros. Bastante jorobado está ya el tema, para que se adorne con la rabieta del crío, que no quiere enseñar su casa a nadie, ni saludar al interesado ni, siquiera, mirarle. Y luego está el perrito, que se dedica a perseguirlo por toda la casa, intentando olerle la entrepierna.
Por supuesto, todo limpio y recogido. ¿Quién quiere ver una casa repleta de pelusas mutantes? Sólo por no limpiarla, no se la compra nadie.
Nunca se acierta con nada. Hay que resignarse. Si un comprador busca un piso con terraza, el tuyo no la tiene; si dejas una habitación amueblada, la parejita te dice que quiere comprarlo todo en el Ikea; si tienes mosquiteras miran para otro lado buscando un inexistente hilo musical… Piensa que es una confabulación del destino. Te sentirás mejor.
Y, la más importante de todas: Nunca te des por vencido. Tal vez hoy sea el día en el que se cruce en tu vida un comprador solvente, que se enamora de tu vivienda, y la necesita de inmediato. Yo creo que es posible, algún día. Yo, mientras tanto, me voy a echar la Primitiva, que lo veo más seguro.