En mi recuerdo, el bello Rock Hudson fue el primer hombre que salió del armario. Fue un terremoto social para la época. Cómo podía ser que aquel ‘adonis’, aquel galán hollywoodiense viviera una doble vida en la que en las pantallas lograba enamorar a cualquier mujer con su porte imponente y su mirada protectora, mientras que en su casa se dejaba querer por otros ‘adonis’ como él. RocK Hudson llevó en secreto su suplicio, hasta que llegó la enfermedad que no sólo mató sus defensas, sino también sus misterios. En la década de los 80 yo era una niña, pero me acuerdo perfectamente cuando el actor de ‘Obsesión’, de ‘Gigante’, de ‘Habitación para dos’ anunció que padecía el sida y que estaba cansado de sostener una vida que no era la suya. Enarboló la lucha contra esta enfermedad, que se extendía como la peste por todo el planeta, causando horror y rechazo a partes iguales.

Tras él, muchos otros han salido del armario. Algunos, sólo han confirmado lo que todos los demás ya habían detectado. Otros, han utilizado este gesto como reafirmación de su libertad sexual. Para muchos ha sido una liberación. Hablar de su condición ha sido el paso definitivo para dejar atrás una vida fingida y encarar el presente desde la verdad.
Por suerte, cada vez importa menos quién habita en los armarios y, con el tiempo (no tengo ni idea cuánto), nadie tendrá que esconderse (ni esconder) su sexualidad.
Y digo todo esto, porque últimamente los armarios soportan más tráfico que la M-30 en hora punta. Entiendo que sea una liberación, pero lo que no veo es que sea noticia. La semana pasada, un tal Jaime Ostos junior (me he informado, y es hijo del torero y de Consuelo Alcalá) ha hecho caja en los platós para contar algo que no le importa a nadie. Que es gay, pues vale. ¿Y? Quién es este señor, y qué ha hecho en la vida y, lo más importante, a quién le importa con quien se acueste. Yo creo que a nadie. Sin embargo, el viernes pasado él estaba en una cadena de televisión, y su madre (sí, su madre), en otra relatando el minuto a minuto de su reveladora condición. Porque, para muchos (y esto es lo triste), salir del armario es muy, muy rentable.