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Cosas que pasan

La heroína bisexual

Me he comprado una pequeña lamparita para poder leer por la noche. Un clip luminoso que me permite llevarme los libros a la cama sin molestar a “la otra parte contratante” de mi matrimonio. Es la tercera lámpara con la que lo intento y, creo (y espero), que ésta sea la definitiva. Ahora puedo avanzar en la trama de Millenium sin oír a cada rato con insistencia (y en lo mejor de la escena): “¿apagas ya la luz?”.
Mi pequeño candil y yo terminamos anoche el segundo libro de la trilogía de Stieg Larsson y comenzamos el tercero (era inevitable, porque si del primero -‘Los hombres que no amaban a las mujeres’- al segundo existe una pausa en la historia, entre ‘La chica que soñaba con una cerilla y un bidón de gasolina’ y ‘La reina en el palacio de las corrientes de aire’, el argumento salta encadenado de un tomo a otro). Aunque el sueño me acabó venciendo, leí con avidez varias páginas de la última novela. La dosis diaria de Larsson-metadona de un sorbo. Y cuando más apuro esta trilogía, más me gusta el personaje de Lisbeth Salander. Me ha conquistado su fuerza y valentía y, sobre todo, me entusiasma el hecho de que carezca de toda la ristra de cualidad que se presuponen a una por nacer mujer. A saber:

Delicadeza. El raspe y el mal carácter caracterizan la personalidad de la protagonista de Millenium (protagonismo indiscutible, porque todo gira a su alrededor. Ningún personaje masculino está a su altura, ni siquiera el bueno e idealista de Michael Blomkvist). Es maleducada, y su exiguo vocabulario está repleto de palabras malsonantes e insultos.

-Buena presencia, higiene personal y pulcritud. Lisbeth es un desastre por fuera y por dentro. Su piel está repleta de tatuajes y piercing, su maquillaje imita a los seguidores de Marilin Manson y, su vestuario, parece sacado de la peli de
“El cuervo”.

-Actitud y aptitud maternal. Claramente, no me imagino a Salander con un bebé en brazos. Le pega más un arma, un cuchillo… Es una mujer de armas tomar, en el aspecto textual de la expresión.

-Inclinación por las letras y dadas a hablar de los sentimientos. La heroína de Larsson es una apasionada de las matemáticas. Muy inteligente, cuenta con memoria fotográfica. No alardea de sus conocimientos, más bien prefiere ocultarlos por un miedo atroz a que crean que “no es normal”. Prefiere que le corten un brazo a expresar lo que siente.

-Sensibilidad sobre todo. Ella nunca se queja, a pesar de que ha sufrido en sus carnes malostratos, agresiones y vejaciones. Siempre consigue levantarse y defenderse, aunque sepa que no tienen nada que hacer. Su comportamiento es suicidamente valiente.

-Y parecer siempre la mujer del César. Lisbeth vive su sexualidad como le da la gana. Es bisexual, aunque nunca le ha dedicado ni medio segundo a cuestionárselo. No pide explicaciones y, por su puesto, tampoco las da.

Es una heroína que no tienen nada que envidiar a muchos superhéroes de los comics, sólo que Salander es una marimacho malhablada y violenta a la que el lector acaba respetando y encariñándose. Toda una defensa a la fuerza de las mujeres que ha dejado el autor sueco en forma de legado póstumo. Tal vez por eso haya quien dude de su autoría y señale a su pareja como verdadera ‘madre’ de Millenium. ¿Acaso es tan extraño que un hombre ame a las mujeres?

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