>

Blogs

Eduardo Roldán

ENFASEREM

Leer, no leer

Del último informe PISA, del que es mejor no volver a recordar los datos uno a uno no vaya a ser que al final los tomemos en serio, baste un apunte a vuelamáquina: si en Ciencias estamos mal, en comprensión lectora aun peor: según el PISA una proporción no desdeñable de jóvenes españoles de 15-16 años son analfabetos funcionales; sus ojos miran pero no ven en negro sobre blanco, sus voces articulan esas grafías negras pero a ellos les suenan ecos extraños. La oposición no varía su diana y apunta otra vez a la LOGSE como fuente única de todo mal educativo; en su defensa, el Gobierno acusa a un insuperable retraso histórico, lastre que ninguna reforma legal ha podido subsanar (España parecía haber superado felizmente sus muchos retrasos históricos, pero ahora quienes manejan nos descubren que no, o al menos que no el retraso en la materia de la que depende la fortuna de todas las demás). Los sociólogos miran a los hogares, los hogares miran a las aulas y las aulas aseguran no dar más de sí, casi seguro con razón. Buscar culpables en este tema constituye una gimnasia infinita y ociosa; ni siquiera puede atribuirse la exclusividad de la culpa a la televisión, aun cuando también trascendió la semana pasada que en televómito lideramos la tabla de los países desarrollados. Por acudir a las sabias palabras del gran filósofo Homer Simpson, “¡Chúpate ésa, Wisconsin!”.

En fin, lo único claro es que si bien hay muchísimos jóvenes que apenas leen, hay muchísimos otros también que no leen nada en absoluto. Y no sólo adolescentes – o biológicamente adolescentes, mejor dicho, pues ahora la adolescencia dura hasta los treinta o treinta y -, también una porción jugosa de universitarios reconoce no leer nunca un libro. El arquetipo cultural parece ser Melendi, ese controlador aéreo frustrado, quien en varias entrevistas ha asegurado no haber leído un libro en su vida, y además sentirse total. ¿Qué se puede decir? A uno, antes de una aproximación más o menos equilibrada o apocalíptica – dentro siempre de sus muy modestas luces -, lo primero que le viene a la cabeza cuando se topa con jirones estadísticos así o con salidas como la del rastas asturiano es: bien, ellos se lo pierden. La lectura, como dijo la hermana de Borges de la pintura, como puede decirse del cine, del fútbol o de la música (rumbas de Melendi incluidas), es ante todo una de las formas de la felicidad, o al menos de una posible felicidad; si alguien no desea ensayar el potencial goce, allá él. Las bienintencionadas pero ineficaces campañas en pro de la lectura, gubernamentales y escolares, creo deberían incidir en este sentido, y olvidarse del sesgo utilitario que todas muestran más o menos explícitamente. La afición o pasión lectora nada tiene que ver con la utilidad o la formación del lector; todo eso viene o puede venir a posteriori, mas dudosamente puede incentivar a nadie a abrir un libro.

Claro que el gusto por la lectura exige un plus por parte de quien se acerca, y cierta práctica continuada, como por otro lado cualquier afición digna de ese nombre. Un catedrático de psicología ha glosado el informe PISA como sigue: “Se enseña a leer a los 6 ó 7 años y después nos despreocupamos, cuando es un proceso que no culmina hasta, al menos, los 12”. Pero no a los 12 ni a cualquier otra cifra: no culmina nunca. Leer no es un ejercicio pasivo, aunque la estampa de alguien sentado con un libro en el regazo pueda dar esa impresión engañosa: constituye una actividad esencialmente creativa, y la creatividad resulta siempre renovable. Al menos, ay,  mientras las facultades acompañen.

(El Norte de Castilla, diciembre de 2007)

bloc digital de Eduardo Roldán - actualidad, libros, cine y otros placeres y días

Sobre el autor

Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


diciembre 2007
MTWTFSS
     12
3456789
10111213141516
17181920212223
24252627282930
31