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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Savater

El único aliciente que nos ha proporcionado ese vértigo múltiple y casi siempre vacío que es una campaña electoral, lo único que al votante no lobotomizado ha podido incentivarle a darse el paseo ha sido la concurrencia en la parrilla de elegibles de un partido sietemesino en donde se habían dado cita un grupo de personas que —¡sorpresa!— parecían presentarse sin asomo alguno de interés particular, sin otro motor que el de ofrecer una propuesta —¡segunda sorpresa!— libre de los atávicos grilletes ideológicos del resto de los aspirantes a la tarta. Un partido, en fin, entre cuyas cabezas podía leerse el nombre de Fernando Savater.

Las lecturas obligadas de madres y planes de estudio tenían – no sé si la tienen aún, ni siquiera si madres y planes de estudio siguen obligando a ciertas lecturas – la rara y fastidiosa virtud de acertar casi siempre. Para quienes a principios de los noventa estábamos a punto de entrar en el jardín de las dudas el descubrimiento obligado de Ética para Amador supuso la toma de contacto con un señor que, supimos más tarde, se hallaba en las antípodas del etéreo y a la vez granítico sabio de marfil, aunque sabio sí era, como también supimos más tarde —pero antes—, después de muchas lecturas ya sólo obligadas por nosotros mismos. Tras la Ética… vinieron más amadores, el Panfleto contra el todo y otros títulos, y al poco Savater se convirtió en algo de lo que quizá abomine, el pensador de cabecera de muchos, pero de una cabecera nada sistemática, o en todo caso de un sistema que terminaba formándose un poco a su aire —o así parecía—, más por interconexión de ráfagas que por una voluntad ordenadora previa (difícilmente la posmodernidad o dónde sea que nos hallemos puede admitir un sistema filosófico piramidal, hercúleo, a la Descartes o a la Hegel; hoy los pensadores insisten en la ráfaga, como no puede ser de otra manera ante la marea de información que hemos de manejar y soportar. La información no es sinónimo del conocimiento, y a través de la ráfaga es más factible la esperanza de comunicar un conocimiento, no sólo de adquirir cúmulos de datos). Como siempre, las letras encendieron la curiosidad por el autor, y fue cuando supimos de su pasión equina, su gusto por los habanos o los paseos por la Concha y también de lo otro, la perpetua amenaza de tres letras que día a día le limitaba los paseos, el tabaco, los caballos, pero que no conseguía callarle la lengua ni los artículos.

Desde entonces hemos podido comprobar cómo Savater demuestra cada día que la ética sin práctica es como el texto legal cerrado, y al final su compromiso con la libertad y la justicia ha llevado a este anarquista de corazón a cofundar un partido político necesario, que aglutina a otros tantos nombres de probada independencia y que por supuesto se vertebra en torno a  Rosa Díez (ella sí es la Rosa de España), porque alguien que sepa de qué van las estructuras de poder resulta imprescindible. UPyD es una apuesta ante la que no cabe mirar a otro lado: la formación de Savater/Díez/Cía. debería ir adquiriendo una presencia creciente, si es que a los dos gigantes de barro les queda algo de dignidad y cambian el perverso recuento de la ley electoral. Borges definió la democracia como un abuso de la estadística, pero qué más hubiéramos querido muchos que se hubiera aplicado la estadística en el recuento del domingo y que UPyD hubiera alcanzado, como merecía, los mismos diputados que los nacionalistas vascos. ¿Aceptarán la apuesta? No pedimos la acción de un Lincoln o un Churchill, tan sólo no otra legislatura de gobierno chiki-chiki.

(El Norte de Castilla, 18/3/2008)

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Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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