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Eduardo Roldán

ENFASEREM

La carta mojada

La carta, o sea la otra, la Universal, la de los derechos humanos, la Declaración con mayúscula, cumple hoy su LX aniversario, doblando pues en años y números redondos a la carta de aquí, a la Magna cuya mayúscula se cuestiona cada día más; una de esas coincidencias vacías que según el pedófilo de Nabokov sólo llaman la atención de poetas y locos. Tenemos así la excusa perfecta para revisar o leer por vez primera dos papeles jurídicos fundamentales, pues además de a los locos y a los poetas las coincidencias de aniversario sirven hoy a los medios para llenar minutos en pantalla o artículos en prensa, y de este modo ir pasando la maroma de los plazos hasta mañana o la semana siguiente.

Nuestra carta cabe esperar la tengamos más vista, siquiera por cercanía geográfica y temporal y por la incansable coña nacionalista/estatutaria, pero la otra, la DUDH, tiene una presencia en nuestro día a día similar a la de esos escritores con negritas en la enciclopedia que no estamos muy seguros de si aún están vivos o son ya negrita inamovible. Hoy la Declaración Universal de los Derechos Humanos puede leerse únicamente como un documento de política-ficción, una gavilla histórica de buenos propósitos que durante sesenta años no ha hecho sino ratificar su condición de papel mojado. Argumentará el jurista que justamente al tratarse de una declaración (dejémonos ya de mayúsculas ominosas) carece de fuerza jurídica vinculante, pero tratar de explicarle esto al lego en leyes que se encuentra en alguna de las situaciones mencionadas en la declaración es como explicar a la madre de un drogadicto que la culpa del estado de su hijo recae en la falta de comercio legal libre; la madre negará la mercancía adulterada, el enriquecimiento desproporcionado de los intermediarios, el resto de causas primeras; su amor sólo le permitirá ver lo que tiene delante de los ojos, los sudores fríos, la hepatitis aguda, y el remedio inmediato: tanta prohibición como sea posible, ciega ante el hecho de que siempre surgirá un nuevo e imparable canal por el que distribuir la droga. El lego en leyes no tiene ni puede tener presentes las circunstancias históricas del momento en que se promulgó, el acto de contrición hueco que obligadamente había de suponer. El lego en leyes –y también algún docto con espíritu- abre la declaración, abre el periódico y compara. Y entonces comprueba la cruel realidad, que diría el otro. Encontrar uno solo de los treinta artículos que cumpla la deseada “aplicación universal y efectiva” manifestada en la proclama inicial es tarea ociosa; salvo los puramente formularios, el resto presenta más lagunas en el mapa internacional de su aplicación que las mostradas en los mapamundis medievales.

Ahora se ha dado a conocer el primer memorando de Obama. Vuelve a referirse al cierre de Guantánamo como una de las prioridades más urgentes de su próximo gabinete. Veremos si le dejan, pero la determinación del nuevo al menos debiera tomarse como recordatorio de la abusiva cantidad de documentos con artículos mojados en su interior, de las burocracias hipertrofiadas, del tiempo perdido. Para eso valen los aniversarios: para comparar lo de hoy con lo de entonces y obrar en consecuencia.

(El Norte de Castilla, diciembre de 2008)

 

 

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Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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