Un mes al sol, al sol y a las nubes y a la luz estrellada de la noche, un mes en Sol. Los indignados han decidido que ya es hora de dejarlo. Las cosas, empezando por el hombre, cosa que se sabe cosa, tienen una vida natural en tres actos, nacimiento, desarrollo y muerte, que resulta inútil, frustrante, y a veces un poco ridículo, prolongar. Sin embargo requiere mucho valor admitir que la cosa ha cruzado la frontera entre la maduración y la putrefacción, sobre todo si esa cosa puede, pese a la pérdida de su carácter, seguir rindiendo créditos. Es por esto que admiramos a los deportistas que se retiran en la cima de su carrera. Sabiendo el resto y sabiéndose ellos los mejores, por la razón incontestable de que lo son, en un ejercicio de autolectura honesto y estoico se reconocen que su ciclo ha concluido, que ya han jugado todo lo que tenían que jugar y dicho todo lo que tenían que decir. Con el innegable mérito que demostró al tratar de tú a los impacientes, juvenilmente emergentes estrellas del momento, ante el regreso tardío y dislocado de Michael Jordan a las pistas no podíamos dejar de sentir que se estaba erosionando una leyenda.

Los españoles de Sol, sí, han hecho esta autolectura. Ha sido la última y callada lección a una clase política cuya indiferencia ante el movimiento solo subraya, por contraste, su propia incapacidad moral de renunciar al poder. Compárese esta actitud con la postura del señor presidente de Cantabria, quien dijo en las últimas elecciones no ver nada malo en los cargos vitalicios. Lo mucho cansa, que le han espetado a don León de la Riva, más aun cuando el mucho no ha sido precisamente un tiempo sin lacras. Insistir en Sol, en las formas y maneras de un Sol repetido, sería un error que retrospectivamente empañaría el logro alcanzado; Sol ha sido un germen, Sol ha de quedar como espíritu motor, pero ahora hay que seguir por otros cauces, por otros ámbitos, por otras cosas.

(El Norte de Castilla, 16/6/2011)