Con el fiestón que el PP le montó a su candidato el pasado fin de semana puede darse por soltada la liebre de la campaña electoral, y por lo visto ya en los pocos actos con que los presidenciables nos han obsequiado, va quedando claro que la crisis, además de un recorte en el poder adquisitivo de los ciudadanos, ha supuesto un recorte en el patrimonio intelectual de sus representantes. El fragmento más retransmitido de Rajoy ha sido ese en el que se afirmaba >. Pese a la vacuidad del anuncio, los adláteres se han mostrado entusiasmados ante tal ejemplo de moralidad democrática. Cualquiera diría que la locución que encierran las comillas es el mínimo que se le puede exigir al presidente de un gobierno, y no un plus que él ofrece; de hecho, no es ni siquiera un mínimo exigible, por cuanto que viene con el cargo: le guste o no le guste al elegido, será en cualquier caso el presidente tanto de quienes lo votaron como de quienes no.
Por el otro lado el paisaje ideológico ofrecido es aun más yermo, y mucho más descorazonador. Además de recortado las ideas, la crisis parece haber uniformizado definitivamente las pocas que quedaban, y los miembros del PSOE se han referido siempre al gran paso > que supondría la victoria de Rubalcaba. Con la excepción de Alfonso Guerra, la palabra socialismo les da miedo, y por fin se ha consumado aquella propuesta que hizo el ex de suprimir la O de Obrero de las siglas del partido, pero sin necesidad de quitar ninguna. También han tenido la ocurrencia de suprimir el puño y la rosa en los mítines, y de aguar el rojo histórico del partido en un azul/Windows tan anodino como el hilo musical de un ascensor. Será cosa de los “creativos”. Rubalcaba, eso sí, ya tiene serigrafiado su rostro en tazas de café; pronto serán llaveros, pañuelos, muñequitos para el retrovisor. Hemos cambiado el debate dialéctico por el eslogan publicitario. Viva la democracia-twitter.
(El Norte de Castilla, 13/10/2011)