Aunque nada tenga la literatura de olimpiada de premios, pese a lo mucho que en ello se empeñen agentes literarios y editores, y pese a que aquellos son por naturaleza injustos, siempre alegra conocer el reconocimiento recibido por el padre de uno, siquiera un padre literario y adoptado con el que nunca se ha cruzado palabra. Vayan pues estas burbujas digitales por Julian Barnes, y que se gaste los muchos ceros del cheque en ese reloj que dice necesitar o en lo que le venga en gana.