La R.A.E. actualiza su diccionario y anticipa algunas de las novedades adoptadas. La lectura de las mismas a veces deja la sensación de que la Academia suele tomarle la temperatura a la lengua con retraso. A los académicos les gusta mucho decir eso de que la lengua española es un organismo vivo, pero luego va uno y se encuentra entre las novedades incluidas vocablos tan en boga como camp, culamen o canalillo, por no salirnos de la ce. Camp comenzó a usarse en los 70 y a pasar al olvido en la década siguiente; incluir camp como novedad no puede ser más camp, aunque bien mirado igual sí ha vuelto, por eso de que todas las modas son cíclicas. En cuanto a las otras dos citadas, desde luego todavía se (ab)usan, pero desde hace tanto que uno no se imaginaba no estuvieran ya registradas, como orgásmico, asimismo inédita hasta ahora; si su inclusión se debe a que la Academia ha decidido soltarse la melena erótica, bienvenidas sean también, aun con retraso. Un segundo grupo lo constituyen palabros de escasa imaginación y menor gusto estético —como biministro u ostricultor—, y otros —inculturación— cuya lectura sugiere un significado contrario al que tiene. Sí ha tenido la Academia el tino de incluir friki, si bien uno hubiera preferido la grafía friqui, k al paso k vamos con los mensajes de texto vamos a terminar enterrando a la pobre cu. Entre los aciertos están rácord, del que se proporciona una definición tan escueta como precisa, o pepero. Sin embargo no está psoísta o soísta, y no porque la Academia se haya posicionado ideológicamente, pues incluyen cenetista y ugetista, así como sociata. Pero sociata tiene el brillo del bocata obrero, de base, no el matiz partidista, vertical, que tendría psoísta.
En fin, que todas están para usarse, no vayamos a terminar como Homer Simpson, intentando acordarnos de la palabra aquella que define eso, sí, ya sabes, Marge, eso que… ta y a comer, cuando queramos decir cuchara.
(El Norte de Castilla, 28/6/2012)