XV
Viajo tronco arriba,
cofortado en la cómplice
paciencia de tus brazos,
las ramas que sostienen
la memoria tardía y dolorosa
de todo lo perdido
cada vez que la vida cambió el rumbo.
Sedienta está mi boca
de una savia distinta, de una savia
que devuelva el vigor y dé sentido
al gesto cotidiano.
Invocando al Oráculo,
perdido en la hojarasca de tanto verbo inútil,
a manotazos busco
la palabra primera,
la no contaminada,
la que abre las puertas de la música
y no ofende al silencio.
Hasta que llegue el aire
que todo lo confunde,
y se lleve por fin entre sus manos
las últimas certezas,
y nos deje desnudos en la noche.
Carlos Aganzo
Las flautas de los bárbaros
EVEREST POESÍA