El IVAM Jazz Ensemble, liderado al alimón por el saxo alto cubano Roque Martínez y el guitarrista español Ximo Tebar, plantearon en la tercera jornada de Universijazz una concepción varia y rica de jazz fusión que hubiera sin duda merecido una respuesta más numerosa que la que presentaba la platea, con más claros que en ninguno de los días anteriores. El quinteto, con Jim Ridl al piano y al teclado Fhender —cuyo uso se limitó al par de bises finales, donde resultó patente que debería haber tenido una mayor presencia en el grueso del concierto—, el muy versátil Darryl Hall al contrabajo y al bajo eléctrico y el un tanto demasiado vehemente Donald Edwards a la batería, rindió una selección de los últimos trabajos firmados por los dos líderes, Six hours later y Steps, así como algún standard cinematográfico-animado y una versión de la célebre Gnossienne nº 3 de Erik Satie donde la vertiente más lírica de la guitarra de Tebar pudo degustarse más plenamente, aunque él nunca orille el lirismo en su interpretación. Instrumentista cuya técnica le permite explotar todos los recursos de ese instrumento sin fin que es la guitarra, con ideas melódicas infecciosamente cantables —Tebar canta, literalmente, con las cuerdas de la guitarra en vez de con las de la garganta, y no me parece irrelevante el que se tararee las notas de su improvisación según las toca—, si puede ponérsele un pero, este es el de brindar ocasionalmente algún alarde virtuosístico que muy poco aporta al discurso musical y que tampoco logra subrayar su maestría, pues esta es evidente sin necesidad de alardes.
El término > es una etiqueta muy cómoda de la que no pocos se aprovechan para ocultar la esencial anomia de su propuesta. Fusión vale para todo: mientras lleve por delante la etiqueta fusión, uno puede juntar los elementos más repelentes que se tendrá por válido. Y ha sido el jazz uno de los ámbitos donde, por motivos comerciales o pseudocomerciales, la etiqueta ha hecho más daño; lo que se debería considerar accesorio ha terminado por desplazar en no pocos casos a lo sustantivo, al jazz, o sea a la improvisación con swing. Desde los míticos Return to forever hasta los no menos míticos Steps Ahead, la historia ha demostrado que ha habido y hay muchos y excelentes ejemplos de fusión: son los discos que mantienen las citadas columnas vertebrales; con todos los colores que se quiera, pero manteniéndolas. Y hay también muchos otros grupos, en creciente tendencia desde hace años, que por interpretar temas no vocales de aire vagamente exótico ya se les considera jazz aun teniendo en ellos la improvisación una presencia testimonial y el swing una nula.
Al final todo se reduce a que la cosa funcione, como en la película de Woody Allen. Ayer el IVAM Jazz Ensemble funcionó casi todo el tiempo, y el mayor reproche que se le puede hacer a sus líderes fue la insistencia cansina de presentar a los componentes una y otra y otra vez (problemas de micrófono aparte).
(El Norte de Castilla, 20/7/2012)