>, dijo Artur Mas el día antes o el mismo día antes del recuento, a modo de coda. Y el pueblo catalán le dio la razón y actuó en consecuencia, casi diríamos que en masa para los habitualmente parcos estándares democráticos que nos gastamos. Y fue la sorpresa, el alivio, el fracaso. ¿El fracaso? Lo primero que ha hecho Mas tras el cacareado > ha sido reafirmar la validez del estandarte de su programa, la consulta soberanista/secesionista. El optimismo que los partidos contrarios nos han vendido desde la misma noche de urnas, acaso porque en verdad crean, por el subidón inesperado que la falsa victoria de Mas les ha reportado, que hay lugar para tal, es un optimismo que se parece mucho al optimismo del sufrido currela a quien han recortado el ya de por sí escaso sueldo, aumentado si cabe las ya de por sí excesivas horas, pero que no han echado como a otros excompañeros: todavía, pues en absoluto le han garantizado no le vayan a echar la semana siguiente, pero en esto no piensa o prefiere no pensar. Igualmente parece que los partidos contrarios prefieren no hacer la cuenta de la vieja soberanista y admitir que más de la mitad del participativo pueblo catalán ha votado secesión. Con lo cual la falsa victoria de Mas puede ser falsa solo en los tiempos del calendario, mas no en el objetivo final. Con lo cual ahora la apuesta queda en manos de ERC, a quien habría que preguntar cómo armonizan ellos el principio de solidaridad en que se basa el ideario de izquierdas ―que predican suyo― con el hecho de que esa solidaridad no exista para con los currelas que han tenido la desgracia de nacer 20 kilómetros más allá de las fronteras catalanas. Pregunta que por supuesto no responderían, porque un nacionalista es tan solidario como un jugador de póker, así que lo que hermana a ERC y CiU es más que lo que les separa. ¿Optimismo? El órdago nacionalista sigue sobre la mesa.
(El Norte de Castilla, 29/11/2012)