El anuncio del actor Guillermo Toledo de que permuta España por Cuba como lugar de residencia ha polarizado a la opinión pública de una manera fanática, obviándose con frecuencia el hecho central de que, más allá de los motivos que lo han llevado a largarse, Toledo puede largarse y muchos que quisieran ―destino aparte― no pueden. Lo cual lo convierte ya en un privilegiado. Quizá hubiera sido más elegante largarse sin más y dejar que la opinión pública fantasease con los motivos exactos, pero desde el momento en que es él quien los hace públicos, está encendiendo la mecha de los comentarios, como muy bien era consciente; si no buscaba el ruido y la furia desde luego ruido y furia no le han pillado por sorpresa; más aun: incluso lo justifican ante quienes suscriben los motivos de su marcha: > Tampoco es accidental el elegir el marco de la televisión chavista para hacer el anuncio: el efecto ha sido exponencial, mucho mayor que si hubiera dado la entrevista en España, donde los tuits como aguijones de los espectadores hubieran sin duda modificado el curso de las preguntas, aun pactadas.
Es evidente que >, como lo define Toledo, es más que perfectible y demanda mecanismos correctores urgentes, pero desde luego también lo es ese chavismo/castrismo que él importaría tal cual a España. En la España de los suicidios al menos se le permite decir muy alto que su primer representante ―elegido por el pueblo― tiene un sustrato dictatorial, sea o no cierto. Que lo intente en La Habana cuando llegue.
Guillermo Toledo comenzó cubanizándose el nombre artístico y poco a poco se le ha cubanizado el juicio. En el fondo uno lo ve como un soñador. Willy Toledo sueña con una utopía pero de utopías fracasadas está la Historia llena. Por si nadie se lo ha dicho, en Cuba también hay clases.
(El Norte de Castilla, 16/5/2013)