Como un insaciable agujero negro, la crisis no deja de atraer hacia su centro gravitatorio a más y más esferas sociales, alcanzando aquellas que jamás se imaginaron, cuando el agujero negro despertó y comenzó su minucioso y voraz ejercicio de aniquilación, que se verían afectadas. Ahora le ha tocado el turno a los concursos de televisión, entre ellos el mítico Cifras y Letras. Hay un grupo de hasta 50 ganadores que, dos años después de la obtención de su trabajado premio, siguen a la espera de un cheque que no van a cobrar, pues las productoras han quebrado y están en concurso de acreedores. Los ganadores han pasado de ser los primeros del concurso de televisión a la cola del concurso de acreedores, y mientras las productoras y las autonómicas se van pasando la pelota de la responsabilidad, estos señores siguen huérfanos de premio, que sus buenas horas de estudio les ha costado, aparte el billete a plató.
¿Es que ni siquiera la televisión va a respetarse? Dónde iremos a parar. Esta es una metáfora más ilustrativa y preocupante que la de las inmobiliarias o los bancos, de hecho no es casi ni métafora, por la importancia material insustituible que tienen las cadenas públicas en la forja de la realidad social de su autonomía o provincia o ciudad. Cierto: quizá haya alguna televisión pública más de las estrictamente necesarias para cubrir las demandas del pueblo de información y ocio, pero qué importa un poco de déficit cuando el gasto está tan bien empleado y la labor resulta tan imprescindible. Las autonómicas caen al tiempo que la España de las autonomías, donde hemos pasado del café para todos competencial al déficit a la carta, y ya ha dicho don Juan Vicente Herrera que Castilla y León no va a pagar la TV. de Cataluña. Un poco tarde. En los concursos de la tele, como en otros planos competenciales, las cifras no cuadran y las letras son papel mojado. Al final han ido a pagar ―sin cobrar― los que menos lo merecen.
(El Norte de Castilla, 23/5/2013)