Un psicólogo japonés de renombre planetario acaba de hacer público un estudio, bajo el amparo de la London School of Economics, donde afirma que los hombres que se mantienen fieles a una sola pareja son más inteligentes que los que gustan y tratan de mojar en tantos lechos como les resulte posible. Se trata de un hallazgo copernicano, kantiano, lo que se quiera, que pone del revés todas las convicciones que nos habíamos formado sobre la naturaleza humana. Fulano se lió con ella y con la hermana, menudo fenómeno.>> > Pues ahora resulta que no. El ingenio verbal, organizativo, interpretativo que se exige para salirse puntualmente del recinto acotado y conocido de la relación estable, no digamos ya para mantener dos o más aventuras al mismo tiempo, no es síntoma de inteligencia sino de estupidez. ¿Qué les pasa a los hombres?, se preguntaba hace unos años una película de relaciones treintañeras. No que tengan miedo al compromiso, que sufran de peterpanismo, que no quieran asumir responsabilidades. Lo que les pasa es que son tontos. De un plumazo el japonés se ha cargado el mito de don Juan y, con él, el Siglo de Oro y las incontables obras de todo género que han venido desde entonces, de Mozart a Jardiel Poncela. El adulterio es una fuente de inspiración artística inagotable, y uno de los que más y mejor la ha explorado, Woody Allen, dijo que su sueño era reencarnarse en las yemas de los dedos de Warren Beatty. ¿Es tonto Woody Allen, que ha cambiado de mujer tres veces? ¿Lo es Warren Beatty, que ha cambiado unas trescientas? Y qué pasa con ellas: ¿son también más tontas las infieles, o el principio no es aplicable? Estoy hecho un lío. Quizá sea simplemente que los más listos mintieron en la encuesta porque no querían que los descubriesen y al japonés lo han engañado como a un chino (como a un chino inocente, se entiende). A saber qué diría Tirso de Molina.

(El Norte de Castilla, 19/9/2013)