El pintor-muralista Piotr Pavlenski se desnudó el otro domingo, pleno noviembre moscovita, en la Plaza Roja y se clavó —literalmente— el escroto en los adoquines de la famosa explanada. Tardaron más de una hora en sacarle el clavo. Ha dicho que la performance era una > de la apatía política que hoy padecen sus paisanos rusos. Casi al tiempo, la cantante y actriz Miley Cyrus se fumó un porro en directo en una gala, aprovechando que en Ámsterdam no te ponen pegas. No ha trascendido si MC tenía también el propósito de denunciar la cerrazón internacional en el tratamiento legal de las drogas o simplemente pillarse un colocón, pero ambas acciones resultan igualmente ingenuas en su afán provocador.
Ni la del porro ni el del escroto entienden que el impacto mediático se habrá olvidado mucho antes de que la herida genital haya cicatrizado y el colocón perdido el efecto. Tratar de anclarse y distinguirse de la incansable, creciente, abrumadora catarata de datos que al segundo se generan es hoy un empeño similar al de intentar que un castillo de naipes no se vuele en mitad de un huracán. El del escroto debería saberlo ya, pues antes de lo del domingo se había cosido la boca —también literalmente— para denunciar la sentencia/Pussy Riot, y envuelto en un edredón de espinas metálicas para no se sabe muy bien qué. Ninguno de los gestos aguantaron la catarata informativa más que un suspiro, pero aun así lo ha vuelto a intentar. Alguien debería decirle que la narcotizada sociedad a la que pretende despertar con estas autolesiones lo percibe como un friqui o un tarado, cuyas nobles intenciones ni siquiera considera. Y eso si llega a tener noticia de sus actos. Puestos a hacerse daño, uno le recomendaría la vía lúdico-hedonista de Miley Cyrus. A lo mejor hasta le inspiraba una nueva manera de pintar.
(El Norte de Castilla, 14/11/2013)