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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Letras como puños

El combate entre Alí y Foreman en Kinshasa parecía diseñado para la pluma de Mailer, cuyas pasiones épica y política encontraban respectivamente en el boxeo y en el problema del negro los puntos de partida ideales para liberarse. En este sentido, el recién nacido Zaire del dictador Mobutu, en pleno corazón del África Negra, si no el entorno más propicio para la práctica del deporte ni para la cobertura informativa, resultaba la síntesis perfecta de ambas pasiones, el escenario que cualquier reportero hubiera elegido por sus resonancias dramáticas. El combate así, siendo el centro del encargo, es mucho más que un combate, es por un lado casi una excusa para tratar esas otras pasiones/obsesiones y por otro el Norte que no se puede perder nunca de vista y hacia el que Mailer, utilizando todos los recursos de su muy surtido saco de novelista, va construyendo una tensión que estalla en el clímax de los capítulos 12 a 15 con el relato del intercambio de puños.

Alguien dijo que solo un genio puede descubrir a otro genio. Y Mailer nos muestra al genio de Alí en toda su parcial y trunca grandeza: un retrato afectuoso sin dejar de ser crítico. El juego de pies incomparable y la fanfarronería grosera, la lectura psicológica del adversario y la cháchara escasamente deportiva, la bondad infantil y el egotismo delirante. Y con el ego hemos llegado al núcleo y motor del relato. Aparte de una crónica subjetiva, El combate es un estudio sobre el ego. Al retratar a Alí, Mailer se está retratando a sí mismo —>—, y a sí mismo se aplica el mismo tratamiento bifocal: no oculta que puede resultar ridículo, excesivo, injustamente visceral; tampoco que la riqueza de su prosa y estilo inimitables serán considerados un referente obligado en las letras americanas. Pero ni Alí ni Mailer tenían problema alguno con sus respectivos egos. Quienes lo tenían eran los otros boxeadores y miembros de la crema literariocultural americana. El Nuevo Periodismo hizo del ego del autor el filtro de la narración. Pero si una Joan Didion o un Gay Talese prefieren, aun siendo parte de lo narrado, diluir sus personas en la narración —sin sacrificar por ello un ápice de la singularidad de su estilo—, Mailer se sitúa en primer plano, personaje activo que con sus acciones determina en parte el curso de los acontecimientos.

No siempre en El combate el estilo de Mailer es tan fluido de seguir como sería deseable, sobre todo en las reflexiones y soliloquios; espesura que es en parte reflejo de las interrupciones, rectificaciones, exploraciones de su propio pensamiento —verbigracia, cuando intenta explicar la diferencia entre > y > de la filosofía bantú— y en parte de la descomunal capacidad receptiva que posee, que el escalpelo del estilo a veces no logra domesticar. El ejemplo más notorio del torrente maileriano se halla en la inagotable capacidad comparativa de que hace gala. El símil es el otro gran protagonista de El combate. Entre símil y símil, ¿qué mete Mailer? Otro símil. Sensuales, irónicos, de referencias animales… Son muchos pero rara vez gratuitos, con no poca frecuencia deslumbrantes y más reveladores que una descripción de diez líneas: >; >

El combate es pues un reportaje inexcusable para todo aquel aficionado al boxeo, pero sobre todo inexcusable para todo amante del periodismo literario. Es una lástima que esta nueva y necesaria edición no haga justicia al material que ofrece. Aparte de la habitual, epidémica tendencia entre los traductores de hacer del español un idioma tan posesivo como el inglés —Norton>> en vez de >: el asalto no es de Foreman, si acaso de Foreman y Norton—, podemos encontrarnos con desatinos como > por >, > por >, > por >, o > por >; o como omitir incontables veces la preposición > tras el verbo > cuando la frase tiene un sentido de probabilidad y no de obligación; o con el capricho de verter el histórico grito de guerra de Alí como > en lugar del más sencillo y conocido >. Y todo ello sin contar con una plétora de erratas entre las que destaca con brillo propio el cambio que se hace del nombre del mimo Marcel Marceu, al que se le suprime la ele. Faltas todas que esperemos se subsanen en próximas ediciones de un volumen que, por relevancia histórica y altura periodística, sin duda merece alcanzar.

(La sombra del ciprés, 7/12/2013)

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Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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