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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Cirugía de la descomposición

Amor narra el proceso de descomposición de una pareja de viejos. Descomposición sentimental pero ante todo física: es esta la condición para aquella, y la que mediatiza por completo la relación, que rompe. El ataque que ella sufre refuerza acaso inicialmente los sentimientos de él, le hace descubrir en sí mismo fortalezas que, pasados los ochenta, desconocía poseyara;  pero los sentimientos se nutren de pura voluntad, que progresivamente va recibiendo menos y menos respuesta hasta que el hombre se resigna, o se resigna en parte. Amor es pues una historia de amor unidireccional, de abnegación y de cansancio, donde el cuerpo, la presencia física, funciona como pilar maestro de todo el edificio del amor —los recuerdos compartidos, los todavía proyectos, las afinidades— de la pareja. Y no solo el cuerpo de la madre. Paralelamente, descubrimos que la ausencia de cuerpo en la hija, que vive en el extranjero, imposibilita el renacer de un amor, el del padre por ella, que hace mucho tiempo se apagó. La falta de contacto, de cercanía, convierte al padre y a la hija en dos extraños —en la visita tras el ataque de la madre, ella le cuenta todas las cuitas domésticas antes de preguntar por cómo se encuentra mamá.

Más que filmar, Haneke radiografía, y en este sentido Amor es quizá la cinta, debido tanto al estatismo o casi estatismo de los personajes principales como al acotado, opresivo entorno del apartamento parisino que ocupan, en donde la mirada quirúrgica de Haneke puede percibirse de manera más directa. Es cine de cámara en el mejor sentido, una sucesión de planos secuencia fijos que a la vez adensan y estiran el tiempo y que van creando en el espectador la creciente sensación de estar internándose en un territorio —el alma del personaje, que puede aparecer o no dentro del encuadre— que lo desasosiega y en el que duda tenga derecho a estar. Dos planos resultan especialmente turbadores: el de la captura de la paloma y el del aplauso en el concierto. La paloma es el orden roto por momentos: la línea curva del vuelo que irrumpe en la cuadrícula del encuadre y el apartamento, que desquicia al hombre hasta que la atrapa y alcanza por fin la paz, tras la otra paz que acaba de alcanzar su mujer. El plano del aplauso es una suerte de síntesis del cine de Haneke. La pareja mira directamente a la cámara, rompiendo la cuarta pared, y parece así estar aplaudiendo a los espectadores que a su vez los miran. Es un plano de una desnudez desarmante, muy simple en apariencia pero con un misterio que hasta ahora ninguno de los imitadores del director austriaco (el más reciente y célebre, Steve McQueen) ha logrado alcanzar.

Amor obtuvo los premios más destacados del mundo, incluido el Oscar a Mejor Película extranjera, en los años 2012 y 2013. Si no obtiene el Goya —y compite con otras tres excelentes cintas— no será porque no lo merezca sino por esta impresión de que es una película lejana en el tiempo. Si sí lo obtiene, la cabeza del sordo llegaría en cualquier caso tarde.

(El Norte de Castilla, 8/2/2014)

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Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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