El final de las conversaciones/pos ha constatado que, pese a las diferencias insalvables entre los candidatos, hay algo que todos comparten sin fisura alguna: el discurso del >. Sánchez culpa a Rajoy e Iglesias; Iglesias culpa a Sánchez, a Rivera y a Rajoy; Rivera culpa a Sánchez y a Iglesias y a Rajoy a ratos, y Rajoy culpa a todos por la vía romana de lavarse las manos y a mí que me registren. Todos para uno pero tú más, y como éramos pocos etcétera. Mientras, el Rey compone un rictus de conyuntural circunstancia, valga el pleonasmo, y Patxi López se encoge de hombros, risueño como el inocente del pueblo que gasta la tarde viendo cómo los coches pasan de largo el desvío pero no le importa, porque con el airecillo que dejan le basta.
Y tú más: así se escribe —torcida— la historia. ¿Y qué ocurrirá cuando haya que iniciar las conversaciones/pos/pos? ¿Quién será el abnegado candidato, el fusible democrático que renuncie a un pellizco de su posición para posibilitar el nudo del gobierno? Todos deberían ser ese fusible, ese mártir laico y público para que las pos/pos coagulen y se ponga punto final al prólogo y comience el capítulo uno. Sin ánimo de sombra, uno no ve esta disposición. Y no la ve porque el > ya les renta requetedesobra. Con el > el candidato ofrece —o eso cree él— un perfil firme y flexible a la vez, preocupado por los pilares propios y con apertura de miras bastante como para posibilitar el nudo. Claro, se puede ser flexible solo hasta cierto punto, y aceptar pulpo como animal de compañía resulta intolerable, o solo si también se acepta piraña. De modo que todos quedan muy dignos y afectados y con la conciencia más que blanca, pero todavía en la casilla de salida.
¿Es imaginable un escenario repetido tras las pos/pos, otras tablas congeladas en este pobre ajedrez a cuatro? Lo es. Y lo peor es que la partida no sale gratis: ni en tiempo, ni en dinero, ni mucho menos en ánimo.
(El Norte de Castilla, 28/4/2016)