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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Una cuestión de semántica

Con su habitual puntería disparó el maestro Lázaro Carreter uno de sus dardos lingüísticos en la diana del mal uso que suele hacerse del término semántica. Se escucha: <<Es solo una cuestión de semántica>>; o bien: <<Nuestras diferencias son solo semánticas>>. <<Solo semánticas>>, como si fueran diferencias cosméticas, detalles sin importancia fácilmente reparables. En realidad la semántica se refiere al significado, al contenido; una diferencia semántica es una diferencia sobre el fondo, sobre la raíz del asunto: una diferencia esencial, quizá irreconciliable. Lo que no quiere decir que el significado de un término se agote en la letra de su definición. El significado es un campo al que, en función del contexto, de las circunstancias del momento, se le da un sentido u otro —hasta el punto de poder dar a entender lo contrario de lo que se dice—; pero por otro lado sí, el significado es también la letra, la literalidad más seca de la definición. Esta ambivalencia del lenguaje es uno de sus rasgos más fascinantes, y de los más delicados cuando de lenguaje legal se trata. Casi todas las leyes son interpretables, y el problema por tanto se desplaza del objeto al sujeto: ¿quién tiene el poder para imponer su interpretación?

politist-adjectivNo otro es el obstáculo con que se topa Cristi (Dragoş Bucur), el omnipresente protagonista de Policía, adjetivo. El departamento ha recibido un soplo sobre un adolescente que fuma droga y acaso trafique; a Cristi se le encomienda que lo siga. Basta una semana y un día para ratificar su sospecha inicial: el chaval ni siquiera recibe un dinero a cambio, todo lo que hace es compartir el hachís con un par de colegas del instituto a la salida de las clases. Sin embargo, la ley rumana pena con hasta siete años de prisión la simple tenencia y consumo; en algunos países esta conducta no constituye siquiera delito, en otros la consecuencia es infinitamente más benigna. ¿Va a arruinarle la vida al chaval por una nimiedad así? Más aún cuando todo apunta, diga lo que diga el fiscal a quien visita, a que en no demasiado tiempo Rumanía habrá de plegarse a la realidad social y relajar la ley a la altura de los países del entorno. Otra duda le surge: los motivos del soplón, supuesto amigo del chico, para denunciarlo. Cristi decide cambiar de objetivo y seguir al soplón: no le reporta más que la corazonada de que el traficante es el hermano del chaval, residente en otra ciudad, y que lo lógico sería dejar el caso en curso —dos, tres semanas máximo— hasta reunir las pruebas suficientes que les permitan ir a por el probable pez gordo. Pero esa otra realidad aplastante que es la burocracia departamental exige cumplir con una cuota de arrestos, y como lo único seguro es el chaval, al chaval hay que apresar, testifique o no contra su hermano luego.

corneliu-porumboiuEl seguimiento del policía es narrado por Corneliu Porumboiu, responsable también del guion, con una objetividad paralela al conflicto moral que se le plantea a aquel entre la letra y el espíritu de la ley. El espectador se convierte en vigilante del vigilante; lo ve resguardarse de la fría lluvia bajo una marquesina, atisbar la boca del metro desde una esquina al otro lado de la calle: el policía espera, y el espectador espera con él. Se trata de observar, de tener paciencia, de no forzar la revelación; igual que a Antonioni se le reprochaba la sucesión de “tiempos muertos” en que consistían las tramas de sus cintas, así se le ha reprochado a Porumboiu, pero si algo no está muerto en uno y otro es el tiempo. A través de los gestos del policía, el espectador, grano a grano, ahonda en lo que piensa, en lo que siente el personaje (y él mismo, por identificación especular). Que no haya disparos ni cortes de plano cada par de segundos no quiere decir que no haya acción. Porumboiu, quizá más que nadie de los cineastas de la llamada Nueva Ola rumana, hace del plano secuencia —rasgo estilístico de casi todos ellos— un uso tan congruente en el aspecto narrativo como arriesgado en el formal. Por otro lado, el seguimiento no se adereza (no se edulcora) con acompañamiento musical: oímos un claxon que protesta o un autobús que frena de golpe, o el rumor de las hojas de un árbol movidas por el viento. Suficiente. Así, cabe calificar a Policía, adjetivo de contrathriller: nos enseña todo lo que el manual de estilo del thriller omite, vida doméstica del investigador incluida, de manera similar a como Linklater enseñaba en Boyhood todo lo que omiten los relatos de maduración. El resultado no es menos asombroso. Porumboiu consigue, sin subrayados melodramáticos, retratar el clima de grisura social y grasura mental de la Rumanía pos-Ceauşescu con una sobriedad de enorme poder (lo había logrado ya, a través del humor, en 12:08 al este de Bucarest), sin por ello resignar la peripecia policial.

politist-adjectiv-2 Que alcanza su clímax en la escena aludida, penúltima del filme, en la que el fiscal, leídos los áridos informes del policía, ordena en todo caso llevar a cabo la redada. Es un clímax de cerca de veinte minutos (sí, es posible un clímax de veinte minutos) y con contados cambios de plano, donde la humillación a que el fiscal somete al policía, ante los reparos de <<conciencia>> que este muestra, se siente hasta un extremo casi sólido. Humillación para la que no necesita ni del insulto ni de la amenaza, una humillación tranquila y por ello más dolorosa; el fiscal ni siquiera es el verdugo, lo es un objeto imparcial que, para más inri, le permite manipular al policía: un diccionario. Tras pedirle que defina conciencia —<<algo dentro que me impide hacer algo malo>>—, y malo —<<algo por lo que me arrepentiría>>—, ordena que le entren un diccionario en su despacho, y a Cristi buscar conciencia. Este lee que una conciencia limpia exige <<no haber transgredido una ley moral o estatal>>. Cosa que no le basta: no aplicar la ley que ordena la prisión por compartir un porro no le crearía ningún conflicto; por indicación del fiscal comienza a saltar de palabra en palabra a partir del significado de la anterior: de conciencia pasa a ley, a pesar, a moral. Tras el peregrinaje léxico, la conclusión es c(l)ara: o cumple la ley estatal o su particular ley moral, con la cesación de cargo que tal supondría —y la posibilidad, entiende el espectador entre líneas, de que Cristi en un futuro realice buenas acciones—. Ante el vértigo paralizante del momento, el fiscal le dice que busque policía. ¿Cómo escindir del concepto ‘Cristi’ el sustrato-policía, y cómo escindir el sustrato-conciencia? ¿Cómo no ser uno mismo? ¿Qué respuesta tomar?

Solo una cuestión de semántica.

(La sombra del ciprés, 2/6/2018)

@enfaserem

 

Ficha del film

Tít: Policía, adjetivo Politist, adjectiv

Año: 2004

Dir: Corneliu Porumboiu

Int: Dragoş Bucur, Vlad Ivanov, Ion Stoica

Rumanía, color, drama, 115 mins.

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Sobre el autor

Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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