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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Ceguera terrícola

La narración de Ultimátum a la Tierra sigue un patrón bien conocido: el héroe incomprendido que encuentra primero ayuda en un niño (cuya mirada no está lastrada por la experiencia del prejuicio), más tarde en otra persona, por lo general una mujer comprometida, que es capaz de darse cuenta de la realidad que hasta entonces ella no ha visto y otros siguen sin ver. Puede señalarse casi de forma infalible cuál será la repercusión que un diálogo o un incidente tendrá más tarde en la trama, y sin embargo eso no minora un ápice el interés del espectador. Por algún milagro, en el cine de Robert Wise los clichés narrativos, sobre todo sentimentales, no enfurecen como en el de otros cineastas. No solo porque entonces no eran recursos tan sobados como lo son hoy, ni al magisterio de la puesta en escena —que atrae la atención por sí misma, restándosela del aspecto narrativo—, sino a que tales recursos fueron implantados por Wise por primera vez, o al menos conocidos por el gran público en sus películas —de West Side Story a Sonrisas y lágrimas; de ¡Quiero vivir! a La amenaza de Andrómeda—, y por tanto poseen una frescura inherente que no puede dejar de percibirse. Aquí están el encender/apagar un computador o el abrir/bajar una persiana sin llegar a tocarlos, por la sola energía de la mano que se coloca extendida delante; o el empleo de una frase mágica para desactivar los impulsos destructores, preprogramados del robot o la máquina —la inmortal <<Klaatu barada nikto>>, una de las líneas más célebres no ya del cine de ciencia ficción sino de cualquier cine—; o la forma de sombrero de Don Quijote que tiene el platillo volante.

ultimatum-a-la-tierra-cartelUltimátum… no cuenta con un armazón de efectos especiales deslumbrantes: son escasos y toscos; el traje de Gort (Lock Martin), el robot que acompaña en su misión a Klaatu (Michael Rennie), no habría sido menos sofisticado si forrado con papel albal; los hombres alcanzados por los rayos simplemente desaparecen; para recoger la rampa de la nave espacial se muestra rebobinado lo filmado al extenderla. Pero la suspensión de la credibilidad —el fin de los efectos especiales, cosa que hoy parece olvidarse en favor de la ostentación por la ostentación— se mantiene de principio a fin: por un pulso ajustadísimo, que se tranquiliza en las conversaciones de sobremesa, que se acelera mediante el corte o el inserto en las escenas de acción, que se adensa en las de suspense: sin estirarlas innecesariamente sea cual sea el tipo de escena y su ritmo. (Wise fue el montador de Ciudadano Kane, y en Ultimátum… hay al comienzo un guiño no del todo inocente a la mítica transmisión radiofónica de La Guerra de los Mundos que realizó quien fuera con seguridad el más genial y megalómano de los directores para los que trabajó).

Tal vez la mayor originalidad del film resida en la mezcla, totalmente orgánica, entre un acabado/Hollywood de las imágenes, por lo general para las escenas de interior, y un acabado/periodístico, granuloso, nocturno para las de a cielo abierto, mediante el que se consigue anclar la fantasía espacial en la realidad y el asfalto, hacerla palpable y cercana. Y tal vez resida en la música a cargo de Bernard Herrmann; en su primer proyecto en Hollywood, Herrmann se atreve a emplear una gavilla de instrumentos que van desde el chelo electrificado hasta el theremín, cuyo sonido sinuoso parece evocar los movimientos de platillos volantes, o cómo sonarían los electrones al pasar por un conductor enroscado, un sonido se diría que creado para arropar la ciencia ficción. El uso que hace de él es sutilísimo, no menos medido que el ensamble visual, y el conjunto constituye una obra de referencia obligada a la que ninguna de las mil y una copias que desde entonces han surgido a su rebufo se ha logrado aproximar.

Como en tantos productos del género, las lecturas subtextuales de Ultimátum a la Tierra son muchas: el género casi parece pedirlas (hay quien ve en la peripecia de Klaatu un trasunto de la de Jesucristo, y no citaremos los paralelismos pero son muchos y bien traídos). Existan o no aquellas, tuvieran el guionista Edmund H. North y Wise la intención de introducirlas, el film tiene una lectura innegable que, aun clara, no es tan inmaculada como una primera impresión pudiera sugerir.

the-day-the-earth-stood-stillGoethe prefería la injusticia al desorden. Pero toda elección es un problema de límites y de contenido. Klaatu llega a la Tierra en 1951 (la acción se desarrolla en el mismo año en que se rodó el film), seis años después de ratificada la Carta de la ONU y en plena paranoia pues de la escalada nuclear. Informa de que su planeta y otros —mucho más avanzados que el nuestro— han creado una organización que mantiene la paz mediante una flota de robots-policía, cuyo poder no puede ser revocado; flota que, al primer signo de violencia, actúa. Resultado: los ciudadanos no necesitan armas y todos viven en paz, empleando sus energías en empresas más productivas y edificantes. Y advierte: las distancias en el Universo se reducen cada día, y si la Tierra continúa en su actitud y llega a suponer una amenaza para el exterior, será aniquilada, borrada. Elijan ustedes. La sociedad de Klaatu es una dictadura sin pérdida de libertad, valga la paradoja. O con solo pérdida de libertad para el mal, pérdida que nadie lamenta. ¿Es imponerla a los humanos, ciegos como están, un acto de altruismo? Vista la actuación de Klaatu en la Tierra, y visto el beneficio que la Tierra obtendría, así parece. Falsa imagen. A Klaatu y a los suyos los mueve el egoísmo: que los estúpidos terrícolas se maten unos a otros no les importa mientras no salpiquen; sugieren, sí, que se siga su ejemplo, pero no obligarán a nadie a ello si tal no les afecta. Bastante han hecho viniendo hasta aquí para advertirnos.

¿Qué decisión habríamos tomado fuera de la pantalla? No sería imposible que hubiéramos decidido lo que hicimos: mantener el equilibrio atómico a base de constante desarrollo y, mientras, entretenernos en conflictos “menores” en países lejanos que permitieran la confrontación por vía indirecta. Pero nunca lo sabremos. Acaso el contacto con algún Klaatu se produzca con el tiempo, y entonces la oferta se produzca; esperemos no hayamos alcanzado un punto, no solo en el plano nuclear sino en el medioambiental y otros, en que ya dé igual qué respuesta demos.

(La sombra del ciprés, 26/1/2019)

@enfaserem

 

Ficha del film

Tít.: Ultimátum a la TierraThe Day the Earth Stood Still

Año: 1951

Dir.: Robert Wise

Ints.: Michael Rennie, Patricia Neal, Hugh Marlowe

EEUU, ciencia ficción, blanco y negro, 92 mins

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Sobre el autor

Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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