<<Como un perro. […] Llorando y gimoteando>>. Así ha declarado Trump que ha muerto Abubaker al Bagdadi, la cabeza, con turbante o no, más deseada por agencias de inteligencia y servicios especiales.
No ha sido el ejercicio de sobriedad que cabría esperar del comandante en jefe de la primera potencia mundial. No hace falta una exégesis muy honda para captar las alusiones del comunicado. Los islamistas son, como los hombres-libro de Bradbury, sujetos de un solo libro; la diferencia es que lo son todos del mismo, y que hacen de él la misma lectura: literal con variaciones mínimas. Pues hasta para el más aferrado a la letra estricta el juicio implícito en <<como un perro>> resulta evidente: su excalifa, descendiente y representante de Mahoma en la Tierra, era un ser impuro; e <<impuro>> acaso sea el mayor insulto que se le pueda proferir a un musulmán. La adenda —<<llorando y gimoteando>>— no es menos afrentosa: subraya que Al Bagdadi zozobró, que en un momento de revelación final reconoció la impostura de toda una vida de creyente coranismo y fervor ígneo, y que quizá, quizá, Alá le negase Su misericordia y le prohibiese entrar en el Jardín Eterno, pues Él es capaz de ver donde nadie más, y vio que en el fondo no había creído de verdad, no como Él demanda. (En lo que no zozobró Al Bagdadi fue en llevarse con su suicidio a tres de sus hijos pequeños, quienes debido a su edad entrarían sin trabas).
¿Es hoy el mundo un lugar más seguro, como también ha afirmado Trump? No, por supuesto, y por supuesto Trump lo sabe; otro sustituirá mañana al califa mártir, de igual modo que en cualquier otra confesión se sustituye al primer jerarca o emisario cuando muere o renuncia. Más factible es que el integrismo se desintegre a sí mismo por luchas intestinas en pos del poder —y es algo remotísimo— que por presión exterior; de hecho, la presión les da fuerza, se sienten justificados y los motiva. En cualquier caso, el verbo de Trump ayuda muy poco.
(El Norte de Castilla, 31/10/2019)
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