¿No habíamos quedado en que se trataba de una crisis global? Si algo había conseguido el virus era abolir fronteras, hacernos ver con su eficacia invisible y exponencial el imperativo de una solidaridad por encima de divisiones burocráticas o territoriales (una solidaridad real). Y empezamos motivados a tope, yo me quedo en casa, resistiré, resistiremos, todos juntos… Pero como bien saben los corredores de fondo las arrancadas demasiado impetuosas con frecuencia adelantan y agudizan el descenso natural de las fuerzas, e incluso obligan a retirarse antes de cruzar la meta. Y ahora que la meta se ha fijado, las divisiones se han erguido con una velocidad recíproca a la de su disolución: no sé los otros, aquí estamos preparados y no tenemos por qué esperar…
García-Page ha dicho que la posición del Ministerio de Sanidad debe ser mayor que la suma de diecisiete posiciones. Un lamento cierto pero impotente, e impotente de cara al futuro; las <<fórmulas de cogobernanza>> previstas no traerán sino más desigualdad de la que ya disfrutamos. El virus revitalizó en el léxico político el prefijo ‘co-‘: <<codecisión>>, <<cogobernanza>>, <<coprevisión>>… Hoy ha perdido la sustancia; no se trata ya de un ‘co-‘ totalizador sino de un abanico de ellos, cada uno a dos bandas: un ‘co-‘ Gobierno/CCAA, un ‘co-‘ Gobierno/provincia, un ‘co-‘ Gobierno/concello… Juntos forman una suerte de partido de pimpón en que Pedro Sánchez va a tener que jugar a la vez con diecisiete o más mesas alrededor suyo. Aun con los reflejos necesarios, difícil no marearse.
(El Norte de Castilla, 13/5/2020)
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