Corre el 1921 y Yevgueni Zamiatin concluye una de las más decisivas novelas-germen jamás publicadas; Nosotros, además del honor de ser la primera obra prohibida por el aparato censor comunista, es abrumadoramente considerada la fundadora de la distopía, ese género un tanto abusado hoy. El de <<visionario>> es así un adjetivo que se le queda corto: un año antes de que Stalin ocupase el poder, ya Zamiatin supo ver la deriva catastrófica del pensamiento único; de la falta de privacidad; de la perversión del ideal o la idea, por muy loable que sea, cuando el hombre como sujeto moral deja de ser el faro motor. Los temas que aborda Nosotros tienen hoy una urgencia/vigencia abrumadora, pero no la tendrían menos en los años inmediatos a su escritura, y muchas veces tiene más mérito predecir lo que está a punto de acontencer que lo que acontecerá al cabo de un siglo —aunque la ciencia-ficción no consista en una cuestión oracular—.
Esa resignación de la individualidad (los personajes se identifican por números, no por nombres), unida a la ausencia de intimidad (viven en un mundo de cristal), despiertan de inmediato el paralelismo con la realidad actual en las redes sociales: en lugar de un nombre, un avatar; y en cuanto a la intimidad… Pero ellos —los <<nosotros>> del futuro— saben al menos que no son libres, y hasta están agradecidos, pues la seguridad, a cambio, les ha suprimido la zozobra, la angustia, traído lo más próximo a la felicidad que se pueda esperar. Nosotros, hoy, no disfrutamos siquiera de ese sucedáneo de felicidad, y la libertad que creemos poseer es en gran medida falsa.
(El Norte de Castilla, 17/2/2021)
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