En cierta ocasión le preguntaron a Cabrera Infante a qué altura de la película solía darse cuenta de que se hallaba ante una obra maestra; contestó que aproximadamente a la de los títulos de crédito. No hace falta tener el olfato del escritor cubano para percatarse al ver los de Mi tío de que, si […]
En cierta ocasión le preguntaron a Cabrera Infante a qué altura de la película solía darse cuenta de que se hallaba ante una obra maestra; contestó que aproximadamente a la de los títulos de crédito. No hace falta tener el olfato del escritor cubano para percatarse al ver los de Mi tío de que, si no una obra maestra, vamos seguro a ver algo que transita a muchas millas de los senderos habituales.
Jacques Tati había dado a conocer el personaje de Hulot en la entrega anterior, inicial, de las cuatro de que consta la serie, Las vacaciones de Monsieur Hulot, y con Mi tío traslada la narrativa de la playa a la ciudad, del descanso prescrito a la rueda laboral de los días y las horas: la otra cara —o cruz— de la moneda productiva. Así, la crítica en Mi tío de la sociedad industrial, del mecanicismo de la vida cotidiana es más palpable, pero no menos sutil ni cómica, que en Las vacaciones… Para establecerla Tati utiliza la técnica del contrapunto, con el personaje de Hulot como nexo entre los dos mundos: el industrial que quiere retratar y su negativo, el pueblo o barriada adonde la fiebre tecnológica y la urgencia desaforada todavía no han llegado.
Contrapunto que se da en distintos planos, el cromático el más evidente. Mi tío es la primera película en color de Tati, y resulta pasmoso el manejo que hace de él, tanto en un nivel puramente estético como en el semántico. Asigna al pueblo una paleta básica de marrones, ocres, verdes oscuros… que da la idea de tierra, de cercanía, de calidez humana y ambiental; por oposición, la empleada para los escenarios de la ciudad es fría: sobre todo azules y grises metalizados, blancos asépticos. Es un mundo donde la cocina —y lo hace ella sola— no se limpia sino que se <<esteriliza>>, como informa Madame Arpel (Adrienne Servantie), la hermana de Hulot, a sus vecinas en un tour por la casa en la que vive con su marido y su hijo.
La casa y lo que en ella acontece muestra o sugiere los principales temas del film. La línea recta consituye su esencia, como recta, cronometrada es la vida de Monsieur Arpel (Jean-Pierre Zola), quien pretende —como el resto de la sociedad en que se mueve— que así sea la de su hijo Gérard (Alain Bécourt) en el futuro. Solo que el niño está hastiado de rutinas y robots, y brilla únicamente cuando su tío, bicicleta en ristre, los visita. Hulot trae con él el contrapié, la sorpresa —quizá el caos— que a él es el primero en sorprender. Es la vibración impresionista de las calles y los cafés irrumpiendo en un entorno mondrianesco (solo que sin los colores planos de Mondrian); un niño grande, un ser inocente, sin doblez, que lleva la pipa en la boca como el niño el palito babeado del chupa-chups, por llevar algo. ¿Cómo no preferir pasar la tarde con un tipo así —y con los niños con los que le pone en contacto— que en una prisión de acero y cristal sin más distracción que darse un baño o hacer los deberes?
Todo esto se presenta con una comicidad punzante, pero nunca sangrienta; hay afecto de Tati hacia los Arpel y los de su clase, son antes productos involuntarios de la sociedad industrial, como los relojes o la aspiradora, que sujetos que hayan elegido ser así. Y en ellos todavía hay trazas de humanidad, no están por completo robotizados. El deseo de aparentar, que ejemplifica el gag del pez/fuente (Madame Arpel la pone en marcha para que salga el chorro de agua cada vez que alguien llama a la puerta exterior, para que cuando el visitante abra y entre, se piense que la fuente siempre está encendida), es humano, como lo es el de tratar de ayudar a un familiar —Hulot— a conseguir un trabajo o una pareja.
El uso del sonido es posiblemente el elemento más idiosincrásico del film. Sin ser muda, en Mi tío los diálogos se han reducido a la médula, y lo que se escucha por sobre el resto son los sonidos ambientales —el vaivén chirriante de un columpio, el goteo de un grifo, el estruendo de un martillo neumático percutiendo contra el asfalto…—; estos sonidos juegan un papel fundamental en muchos gags y, a la vez, junto al cuidadísimo uso del color y de la composición de los encuadres, crean una suerte de hiperrealidad o ultrarrealidad, un espacio en el que el tiempo parece fluir un poco más despacio y los objetos adquirir una relevancia que normalmente no les damos, por lo acostumbrada que a ellos está nuestra mirada.
En suma, Mi tío presenta una propuesta singularísima —hoy, quizá solo Wes Anderson y Roy Andersson hayan incorporado a su cine la influencia de Tati de forma orgánica— y de una riqueza excepcional, que invita a la revisión y que casi con seguridad llevará al espectador que desconocía a Hulot a zambullirse en el resto de la serie y, a mayores, en toda la filmografía del impar realizador francés.
(La sombra del ciprés, 10/06/2023)
@enfaserem
Ficha del film
Tít.: Mi tío (Mon oncle)
Dir: Jacques Tati
Año: 1958
Ints.: Jacques Tati, Jean-Pierre Zola, Adrienne Servantie
Francia, Italia; color; 120 mins.