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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Conexión fatal

El círculo rojo a que alude el título deriva de una cita del propio director Jean-Pierre Melville que este atribuye a Buda: es el destino, que unirá, por muy diversos que sean los senderos iniciales, a quienes alcance. En el presente caso se trata de un presidiario al que acaban de poner en libertad (Corey, interpretado por Alain Delon); un preso que consigue escapar durante el traslado a la penitenciaría (Vogel, por Gian Maria Volonté), y un expolicía alcohólico con la mirilla muy fina, al menos en tiempos (Jansen, por Yves Montand). Fuera del círculo, como contrapeso, se haya el inspector Mattei (André Bourvil), el hombre de quien se escapó Vogel y que, por la conexión circular, asume también la investigación de un asesinato doble (“víctimas colaterales” del círculo) y del objetivo que ha creado y unido a los tres pilares del círculo: el atraco a una joyería.

Como se ve, Círculo rojo no escapa de las tramas sencillas de tantos films de género: se forma una banda, planean un atraco, la policía trata de impedirlo; o también: un explotador se encapricha de la hija joven de uno de sus trabajadores; llega un forastero al pueblo, se enamora de la misma joven y libera a los oprimidos. Se trate de cine negro o de un western, no es la peripecia lo que distingue un buen de un mal film, sino la manera de disponer los elementos fílmicos. (Esto no es privativo de las películas de género, pero es en las películas de género donde con más claridad se ve). Melville, respetando las convenciones del ‘noir’ clásico, logra trascenderlo a través de la puesta en escena y del tratamiento moral que da a sus personajes.

El estilo de Melville se caracteriza, primero, por lograr mezclar naturalismo y artificio sin por ello romper la frontera entre ambos. Es el laconismo lo que más nutre al naturalismo. Laconismo verbal, pero lejano del laconismo cortante de un Bogart, y también laconismo gestual: los personajes hacen los movimientos estrictos que tienen que hacer para lograr su objetivo, sin el menor derroche de energía, y en este sentido la escena del atraco a la joyería resulta ejemplar; más de veinte minutos de cine mudo en el que vemos, paso a paso, detalle a detalle, con un ritmo perfecto, cómo el asalto al edifico y la toma de la mercancía tienen lugar. (El laconismo alcanza incluso las interpretaciones, y por eso Alain Delon es el actor melvilliano por excelencia). El artificio surge del uso de la paleta cromática, de colores fríos y sepias; del de la música, donde se escucha jazz hasta en un restaurante de carretera de madrugada; del del vestuario, con todos los personajes vistiendo las mismas gabardinas cruzadas y sombreros calados, Fedoras o Borsalinos. Todo lo dicho no debe inducir a creer que el film carece de emoción, que resulta distanciado; al contrario, logra crear una emoción profunda, y hasta la identificación del espectador con los personajes.

Que se rigen por un código tan estricto en la conducta como en el vestir. Del mismo modo que ladrones y policías visten igual, ambos bandos respetan también, dentro de su ámbito, el código de actuación. Un código basado, del lado de los ladrones, en la lealtad a la palabra, y del lado de la policía en el principio de que el fin justifica los medios (un inspector se puede disfrazar de perista para engañar al ladrón, puede amenazar a un posible confidente). De este modo, el resultado global no es un paisaje moral blanquinegro, como acostumbran, cada vez más, las películas hoy, sino de una riquísima gama de grises, de una ambigüedad magistralmente equilibrada. Y es este paisaje moral el que sugiere los grandes temas del film: la confianza en el otro, la flexibilidad de la vara de la ley, el sentido de la justicia, el valor de enfrentarse a los demonios personales para poder mirarse al espejo otra vez sin volver la cara.

¿Cabe, debido a su depuradísmo estilo, y a esta ambigüedad moral —que puede incluso llevar al espectador a ponerse del lado de los atracadores—, hablar de una glamourización o romantización del crimen? Tal supondría que solo el cine documental puede decir algo sobre el asunto, y de hecho la estilización de la sangre y el fuego puede decir más, hacernos ver más allá. Muy pocos cineastas han conseguido entender esto como Melville, y Círculo rojo supone, quizá, el mejor ejemplo de su filmografía.

(La sombra del ciprés, 21/9/2024)

@enfaserem

 

Ficha del film

Título: Círculo rojo (Le cercle rouge)

Dir.: Jean-Pierre Melville

Ints.: Alain Delon, André Bourvil, Gian Maria Volonté

Drama, color, 140 mins.

Año: 1970.

Producción: Francia, Italia

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Sobre el autor

Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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