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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Leonardo fílmico – Ciclo 'Coppola y alrededores'

Ya cuando era un estudiante en la Universidad de California, Francis Ford Coppola tenía claro que lo que le haría especial iba a ser su voluntad de no acotarse a un solo ámbito de la realización cinematográfica: no sería > guionista, ni > director o productor: sería todo eso y más, como un Leonardo con barba de náufrago y gafas de tallador de joyas. Con el tiempo, esa ambición juvenil no se ha demostrado ni desmesurada ni ingenua: Coppola lo ha hecho todo dentro de la industria del cine; más aun, sus plurales intereses y descomunal energía la han desbordado, y así se ha zambullido en el negocio hotelero, el vinícola, en la edición literaria…

El ciclo de cinco películas ‘Coppola y alrededores’ se centra en las tres funciones cinematográficas mencionadas del cineasta de Detroit; cuatro de los títulos pertenecen al ámbito de la ficción y un quinto al del documental, donde ejerce de director pero delante de las cámaras, mientras trata de materializar su sueño de adaptar El corazón de las tinieblas de Conrad a la realidad irreal de la guerra de Vietnam. Entre las ficciones, los dos títulos que Coppola firma, El valle del arcoíris y Llueve sobre mi corazón, se enmarcan en la primerísima etapa del realizador (la etapa pre-Padrino), y difieren tanto en el género como en la apuesta estética: la primera es un musical colorista filmado en una época en que los musicales se estaban extinguiendo (1968), una suerte de homenaje al abuelo músico a través de la figura enjuta y crepuscular de Fred Astaire. Llueve sobre mi corazón es un filme en las antípodas: pequeño —al menos pequeño en patrones coppolianos—, a la vez íntimo y rebelde, ayudó como muy pocos a asentar eso que se llamó el Nuevo Hollywood, corriente que ha producido muchos de los más interesantes títulos del cine americano de los últimos cincuenta años.

Como productor, Coppola se ha caracterizado siempre por apostar por proyectos en los que cree en un plano artístico antes que económico —sean o no de creación propia—, lo que puntualmente le ha llevado al borde del colapso financiero. THX 1138 es el debut, distópico/robótico, de su amigo George Lucas, y que demuestra aquí —como en su siguiente y quizá mejor título, Américan Graffiti— una admirable contención que muy poco tiene que ver con el maximalismo que le haría célebre. Por último, Hammett —dirigida, al menos nominalmente, por Wim Wenders— es otra suerte de homenaje: al mítico género que el autor cuyo nombre da título a la cinta elevó a la cima del arte literario; la producción fue un choque frontal y continuo entre los intransigentes egos de Coppola y Wenders, pero el resultado en pantalla, si no beneficiado del choque, sí puede asegurarse que es más que notable.

(El Norte de Castilla, 24/10/2015)

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Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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