No siempre menos es más, como sostienen no pocos músicos – y con no poca razón -: a veces es también menos. En algún lugar se perdió el sustrato de un film que todo lo que nos cuenta nos lo dice ya en el primer plano. Otra película premiada a lo grande – tras El árbol de la vida – que decepciona; lo que a una le zozobra a la otra le zofarta. Ni la pretendida densidad heideggeriana que al final se queda en pedantería complaciente de la primera ni este minimalismo que no termina de arrancar (aunque puestos a elegir, uno se queda mil veces antes con el minimalismo). Y resulta innegable la delicadeza con que está filmada, el muy templado sentido del ritmo. Pero el vacío comentado y un final de teleserie – de mala teleserie – malogran un film que, por otro lado, su directora ya había rodado mucho mejor antes. Se llama Lost in translation.