En uno de sus chistes más memorables, Woody Allen dijo que, si le dieran la oportunidad de reencarnarse, elegiría hacerlo en las yemas de los dedos de Warren Beatty. Hoy las yemas cumplen ochenta marzos, pero el rumor de que han conocido sexualmente más de doce mil mujeres ha retomado ímpetu, pese a un matrimonio fiel y una paternidad entregada desde hace un cuarto de siglo, tras el histórico error en el anuncio de la mejor película en la pasada ceremonia de los Oscars. El hecho ilustra poéticamente —sintéticamente— la mayoritaria mentalidad sociodigital. Las redes, al hilo de la imagen, se lanzaron a recuperar y vocear el perfil semental/sentimental de Beatty, mucho más difundible que el profesional. Y sin embargo, en esos breves segundos desde que le pasan el sobre hasta que él se lo pasa a Faye Dunaway, el profesional se radiografía con toda precisión: un hombre que ha sabido como nadie navegar por las traicioneras aguas de Hollywood durante sesenta años, en extremo inteligente pero aun más listo que inteligente —fíjense cómo se hace el sonso y le carga el muerto del sobre a Dunaway—, capaz de tocar todas las teclas de la industria, desde la escritura de guiones hasta la producción, y tocarlas con personalidad, en una carrera incansable que, si no ha terminado en la Casa Blanca, se debe solo a que en Estados Unidos es más fácil perdonarle a un político un asesinato que una infidelidad, y ni siquiera una historia de redención como la que podría presentar Beatty, de esas que tanto gustan al público americano, de pichabrava a hombre de familia ejemplar, sería vendible con su historial.
Solo quedaría pues que ese heredero menor de WB que es George Clooney se decidiera, pero también él carga con el hándicap de conquistador: no serán doce mil pero la fama pesa más que la aritmética. Clinton, Weiner… Estos liberales son todos unos pichasbravas de mucho cuidado. Mejor otro presidente que levante muros de hormigón en lugar de faldas.
(El Norte de Castilla, 30/3/2017)