Mientras Puigdemont deshoja la margarita del sí y del no, los tenedores de la pastizara ya han decidido que, por si acaso sí, mejor comenzaban a moverse ya. Los tenedores de la pastizara saben bien que tiempo es dinero, y que arriesgar capital es necesario si se quiere crecer pero que tampoco es cuestión de apostar contra uno mismo: en definitiva, como siempre se ha dicho en Cataluña, o como siempre se ha dicho que se ha dicho en Cataluña, la pela es la pela, y ante la pela no hay margarita que valga. Algo que parece se les ha olvidado a los promotores intelectuales del desafío, quizá por lo básico del principio —lo básico es con frecuencia lo que pasamos por alto—, quizá porque daban por supuesto que la estructura ideológica arrastraría la estructura económica, cuando la historia ha demostrado que es al revés, o quizá porque <<la pela es la pela>> les parecía un cliché indigno de tan alto empeño. Pero pese a los ideológos del futuro y a los estetas exquisitos, si una sentencia o pensamiento ha pasado del plano de la anécdota u ocurrencia al del cliché, suele deberse a que se ha demostrado verdad recurrente. Cliché archisobado en el cine de acción/FBI es que el malo fume; si un tipo enciende un cigarrillo durante un interrogatorio al sospechoso, sabemos al punto que se trata de un infiltrado, por mucha identificación del FBI que le cuelgue de la solapa. Con la pela igual. <<Denme un punto de apoyo y moveré el mundo>>, dijo el griego. Ese punto de apoyo es la pela. Y lo ha sido desde el griego y lo será hasta siempre, y si no, que Puigdemont le pregunte a su chófer. Puigdemont y Cía. pensaron que bastaba con hacer de la legalidad una herramienta a voluntad (este artículo me gusta, este no y me lo salto) y sacar pecho. Ahora duda, recapitula, se pregunta si no habrán comenzado la independencia por el tejado, y si el tejado no tendrá goteras. ¿Dejará Cataluña el euro y volverá a la pela? Esta es la cuestión que late en cada pétalo.
(El Norte de Castilla, 19/10/2017)
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