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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Canto de ci(s)ne

El siglo XX es el siglo de Marx, de Freud, de Einstein. Es también el siglo de Charles Chaplin. Comienza con la I Guerra Mundial (1914) y termina con la caída del Muro de Berlín (1989). Ese primer año fecha también la entrada de Chaplin en el cine; le bastó el debut y un mes para, ya en su segunda aparición, dar con el icono que lo llevaría a la cima con una velocidad nunca antes y nunca después conocida, y que lo haría inmortal. Casi cuatro décadas, dos guerras mundiales y muchos títulos después, Chaplin, acaso el hombre más famoso del mundo, veía cómo la aceptación del público comenzaba a remitir. El mudo eterno había por fin hablado, y con la voz derramado su ideología y hecho que los buitres del poder comenzasen el asedio abierto. Los escándalos reales o inventados contaminaron el personaje y mucha gente, incapaz o sin ganas de separarlo de la persona —no hemos cambiado nada—, le dio la espalda. Chaplin respondió de la única manera que sabía: haciendo la película que le pedía el corazón.

candilejas-carteles-calveroUn corazón cansado que, como tantos corazones cansados, volvió la vista hacia sus primeros latidos. Candilejas arranca en ese 1914 seminal —y en Londres, donde Chaplin nació—, y su protagonista, Calvero, es un artista de vodevil que ha perdido el favor de un público que lo considera obsoleto, cuyas actuaciones provocan más vergüenza ajena que risa. Él, sin dejar de acatar las leyes de la oferta y la demanda, no deja sin embargo de creer en su arte. ¿Cómo sustraerse a la tentación de la lectura biográfica, siquiera parcial? No son el año y el lugar y los más importantes rasgos del protagonista los únicos elementos que evocan la biografía de su autor, y Chaplin no negó lo que por otro lado era innegable. Pero es un ejercicio necesario; al fin y al cabo, una película es una película es una película, por parafrasear la cita que el propio Calvero emplea en el film.

Que cuenta una historia, según la costumbre de Chaplin, sencillísima, con elementos de cuento infantil, casi arquetipos: un payaso viejo, una bailarina joven, la balanza de un amor quizá imposible. Con ellos arma un relato donde cada pieza encaja —la acción derivada de una anterior, el azar puntual— con esa fluidez invisible que solo está al alcance de los genios, y cuya misma genialidad la hace en ocasiones pasar desapercibida. Pero el estudio de las escenas revela hasta qué punto están trabajadas —Chaplin no era menos perfeccionista que Kubrick—. Se diría que cada una tiene la duración exacta, ni un fotograma más ni uno menos, precisión en el pulso narrativo que los cineastas que venían del mudo dominaron como nadie, y más los del mudo cómico —el gag es el tempo—, y más Chaplin que ninguno. Con el obstáculo añadido de que aquí la acción corporal se reduce en ocasiones hasta casi el estatismo, y toda ella se consuma en acción verbal. Candilejas es sobre todo la filmación más o menos alterna de diálogos y representaciones de números artísticos. Para estos la cámara suele adoptar el punto de vista (subjetivo) que adoptaría el espectador que estuviera viendo la función desde el patio de butacas o de pie en la calle: planos-figura o planos generales, que solo cortan a planos de más detalle (americanos o medios) cuando el número del actor lo pide: por una mueca del rostro, por un juego de manos. En contra de lo que abrumadoramente se cree hoy, este uso estricto del corte no confiere teatralidad a la escena ni le resta dinamismo; por contra, le concede una calidad fílmica más intensa, más plena, pues el recurso del que se abusa pierde fuerza.

candilejasPero es quizá en los diálogos donde toca quitarse el bombín y hacer la reverencia. Si el monólogo final de El gran dictador y los intercambios de Monsieur Verdoux habían dejado todavía alguna duda de la capacidad de Chaplin como escritor de escenas verbales, los de Candilejas deberían haberlas suprimido por completo. Son diálogos que transmiten información al espectador sin que se note, por completo orgánicos con el carácter del personaje, y con una cualidad poética tanto más honda por cuanto que resulta natural —pero ya hemos visto que esa naturalidad está pulida sin descanso—. Baste una ejemplo de Thereza (Claire Bloom), la bailarina que en la primera escena del film trata de suicidarse porque sus piernas se niegan a responderle: <<Me has salvado…>>. Y añade de inmediato —con un cambio en el rostro, todo ojos alertados, que completa las palabras al punto—: <<Pero no es por eso que te quiero>>. En una frase se nos dan los miedos de ella, la experiencia vital amarga de Calvero, el futuro que ambos ven y, por distintas razones, no quieren ver. En varias de estas escenas el plano/contraplano, la más común de las formas para filmar diálogos —en especial diálogos sentados—, es manejado por Chaplin con precisión de espejo. La figura llena el encuadre sin ahogarlo, el ángulo de la toma en ligero escorzo, la iluminación del rostro con una intensidad y un matiz que dicen tanto del interior a quien dan luz como las palabras y los gestos que este emite.

candilejas-2Los muchos temas que aborda el film —el destino como conjunción de carácter y circunstancias; la irreversible huida del tiempo; el sustento económico como soporte primero para la creación artística, etc.— se articulan en torno al eje de la nostalgia: la nostalgia permea cada uno de los fotogramas, y tiñe la narración con el fatalismo de la fruta que se inclina y finalmente cae. Nostalgia que tiene su imagen/síntesis en Calvero quitándose el maquillaje y suspirando vencido: es la nostalgia por un tiempo agotado, por un presente en el que no quedan motivos para continuar, por un arte que se hunde día a día. Pues Candilejas es de manera primordial un homenaje al oficio del intérprete, y en todos sus ámbitos: al mimo, al payaso, al bailarín, al músico —tanto callejero como de orquesta—, y por supuesto al actor de cine, que en definitiva es lo que estamos viendo. También aquí es fácil caer en la lectura metafílmica y pensar en Candilejas no solo como el canto del cisne del Chaplin artista sino de un canto por su manera de entender el cine. La llegada del Cinemascope traía un tipo de películas ajenas a él (uno de los más reticentes en abandonar el cine mudo), y si todavía quedaban por llegar las muy preciables Un rey en Nueva York y La condesa de Hong Kong, estas dejan la impresión de epílogo forzado. Es en Candilejas donde Chaplin condensó todo lo que había dicho, y el sentimiento de despedida que la atraviesa es tan emotivo como invencible.

(La sombra del ciprés, 29/3/2019)

@enfaserem

 

Ficha del film

Tít.: CandilejasLimelight

Año: 1952

Dir.: Charles Chaplin

Ints.: Charles Chaplin, Claire Bloom, Nigel Bruce, Sidney Chaplin

EEUU, melodrama, blanco y negro, 137 mins.

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Sobre el autor

Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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