La Constitución ya nos incluye a todos: hombres, mujeres y separatistas. Que pueden o no serlo en sentido territorial. Así doña Carmen Calvo, quien parece empeñada en separar a mujeres y hombres en lugares que no tienen nada que ver con urinarios. ¿Cómo pensaba doña Carmen que se iba a pronunciar la RAE cuando encargó el informe? ¿Que iba a plegar <<nuestro espléndido idioma>>, por utilizar su muy ajustada expresión, a las demandas implícitas del poder? Ahora el informe le ha salido rana, y como un mal abogado ante un caso indefendible trata de convencer a su cliente de que el asunto se puede resolver si recurren el fallo, ella trata de convencer al pueblo. Muchos, clientes de doña Carmen, ya lo están, pero tiene que mantenerlos y, de paso, quizá ganarse alguno más. No creemos que doña Carmen sospeche de la imparcialidad del director de la Academia, Santiago Muñoz —<<La Constitución es gramaticalmente impecable>>—, pero de ser así, debería preguntar a las expertas en gramática, miembros o no de la RAE (<<miembros>>, doña Carmen, no <<miembras>>), que refrendan al punto el informe, por cierto aprobado por unanimidad.
Para Paul Valéry la sintaxis es una facultad del alma. La forma en que uno articula el discurso, cómo combina las palabras, cómo hace que unas tiren de otras de un modo y no de otro para dar el significado que pretende, no es algo ocioso. Quizá el contenido del discurso parezca que no varía expuesto de una manera que de otra, pero el significado, el corazón, sí lo hace. Doña Carmen parece no compartir el juicio del poeta y niega ese componente moral de la sintaxis, que ha de poseer también la gramática, al englobar a aquella. O quizá entiende la frase de Valéry solo como un alegato por redactar pulido.
Como sea, el de la moral es terreno pantanoso. Basta con reparar un segundo en la supuesta inclusión que pretende doña Carmen para darse cuenta del sinsentido lingüístico —lógico y comunicativo— que traería.
(El Norte de Castilla, 23/1/2020)
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