<<El rumor no es noticia>>, solían afirmar todos los manuales deontológicos del periodismo en alguna de sus primeras —con frecuencia en la primera— cláusulas. Hoy, cuando no ya el rumor sino el bulo se ha vuelto indistinguible tantas veces de la noticia, el ciudadano se siente aturdido, inerme, desorientado como una brújula desmagnetizada. Pero pese a la desmagnetización trata de encontrar, si no certezas, algún faro, algún punto de referencia con, al menos, visos de verdad. Está en la naturaleza del hombre en el plano espiritual, y por tanto también en el plano informativo.
Ha tenido que brotar una crisis inesperada, vertiginosa y sin fronteras (no solo geográficas) para hacernos una idea más ajustada, tarde como solemos, del estado del actual ecosistema informativo. De pronto hemos de nuevo gravitado hacia las cabeceras históricas, que habíamos dejado de fatigar como antes porque seguían —dinosaurios— empeñadas en noticiar con artículos que se tardaban más de treinta segundos o un minuto en leer. Pero el retorno es tardío, y debido a la inercia, el lector no puede sacudirse del todo la impresión de que también las históricas se encuentran contaminadas; impresión a la que las declaraciones de los bustos políticos —en especial del busto number one— no ayudan en absoluto. Mientras, los bulos no dejan de aflorar cual casos del virus, y quién puede tener entonces viso de verdad en algún faro. Así, cuando pase la crisis y la psicosis disuelta o reducida, la información seguirá contaminada y sin vacuna a en perspectiva.
(El Norte de Castilla, 18/3/2020)
@enfaserem