<<Nadie lo sabe realmente, pero soy inmune>>. Por su parte, Biden se ha bajado la mascarilla menos de un segundo para toserse en el puño y le han llovido más escobazos que al Lazarillo de Tormes. ¿Cómo lo logra? Al todavía presidente se le pueden reprochar muchas cosas; no que carezca de talento. Turbio, sin duda, mas talento al cabo. Todo el aparato de bruscos ademanes y desplantes que se gasta pueden ocultar su sutileza, pero Trump es el intérprete más fino del presente clima social (de hecho, el aparato es parte de la sutileza).
En el maelstrom de información que nos arrastra, de mentidos y desmentidos cuya vida dura lo que se tarda en hacer clic, Trump se mantiene a flote cual impertérrito Poseidón. Ha sabido entender mejor que nadie que hoy la información se fagocita a sí misma, y que por tanto ha dejado de existir el lastre por lo dicho o hecho. Puede soltar la mayor barbaridad y al minuto siguiente otra no menor pero de signo opuesto, y no solo salir airoso sino fortalecido. La realidad cotidiana ha adquirido la condición de ilusión que predican la física cuántica y el hinduismo. Todo es una construcción mental, y por tanto todo es real: basta con afirmarlo. Si dice que es inmune, adquiere desde ese momento inmunidad: al virus, y no menos a los consejos que a las críticas. Ni sus colaboradores más cercanos saben qué piensa o cuál va a ser su próximo movimiento. Probablemente no lo sepa ni él, y en absoluto le importe. Así Biden, voluntarioso, se habrá preparado a fondo el debate del próximo 22. A Trump le bastará con aplicar su estrategia-muro.
(El Norte de Castilla, 14/10/2020)
@enfaserem