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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Exégesis ornitológica

Los pájaros es casi seguro la cinta de Hitchcock que ha producido más vasto caudal interpretativo, y no es que su obra resulte precisamente falta de exégesis. Con la particularidad de que las muchas interpretaciones se han centrado casi en exclusiva en una pregunta: ¿por qué atacan los pájaros? Abrumadoramente, las respuestas ensayadas han adoptado un enfoque psicologista. Que como el simbolista —con el que con frecuencia va asociado— presenta el problema más delicado con el que ha de lidiar el espectador/crítico: ver donde no hay. (Por descontado, el contenido de una imagen no se agota en su plasmación material, manifiesta en terminología analítica, pero el internarse en el territorio latente no implica perder la referencia de la materialidad, ni forzar la lectura psicológica/simbólica hasta extremos imposibles).

¿Por qué, pues, atacan los pájaros? Muy probable, la respuesta más común sea la de atribuir la causa al personaje de Melanie (Tippi Hedren). Se arguye como prueba el arranque histérico-acusatorio que una madre de dos niños lanza a Melanie tras la explosión, presenciada por todos desde el restaurante, de la gasolinera al otro lado de la calle: fue con la llegada de Melanie que comenzaron los ataques, de alguna forma ha tenido que ser ella la que enloquecido a los pájaros. Interpretación de la que, precisamente por explicitarse en la realidad diegética, deberíamos dudar. Por otro lado, Melanie es atacada por los pájaros a lo largo del film; no parece muy creíble que los soldados se rebelen contra su hechicera, y menos de manera tan salvaje.

Con frecuencia se ha defendido también que los pájaros representan el superyó castrante materno del personaje de Mitch (Rod Taylor), personificado en Lydia (antológica Jessica Tandy). Tras la muerte del marido, ha querido que su hijo lo reencarne, y reacciona con una suerte de resentimiento instintivo-preventivo ante cualquier agente (mujer) que pueda amenazar tal reencarnación y romper su vínculo (reencarnación que por otro lado no se ha consumado, según ella misma le reprocha a Mitch cuando no actúa como lo habría hecho su padre ante la incursión de los pájaros por la chimenea). Mitch es un hombre entramado en mujeres: además de su madre, su hermana Cathy (hermana/hija, por la diferencia de edad y por el rol, aun involuntario, de padre); su examante Annie, que ha preferido quedarse como maestra en la anodina Bodega Bay solo por seguir cerca de Mitch; y ahora Melanie, su quizá próxima conquista. Objetaríamos que si los pájaros personifican el deseo inconsciente de Lydia, deberían haber actuado antes, frente a conquistas previas (no solo Annie); por otro lado cabe —discutible, pero cabe— que los pájaros (Lydia) sientan en esta amenaza una fuerza inédita, y de ahí que se lancen a actuar ahora; y de hecho, atacan a Melanie con mayor virulencia cuanto más cerca de Mitch está.

Conectada con esta tesis, el filósofo esloveno Slavoj Žižek sugiere otra de gran originalidad: los pájaros no como eje del conflicto; por contra, su función sería la de velar el conflicto real del film, el billar amoroso/edípico entre Lydia, Mitch y Melanie, la tensión sexual no resuelta entre lugareño y forastera; sin los pájaros, sostiene Žižek, no estaríamos sino ante un melodrama de elementos y estructura clásicos, puesto en escena con pericia pero sin mayores alicientes.

Más o menos plausibles, todas estas interpretaciones desplazan la materialidad de la imagen a que nos referíamos al principio. Ateniéndonos a esta, cabe proponer que la causa de los ataques de los pájaros se halla en el par de periquitos que llegan, enjaulados y bamboleantes, con Melanie a Bodega Bay. Son estos y no su portadora los responsables de la plaga de Tebas. Además de las razones expuestas de por qué no es Melanie, el final de la película apoya la responsabilidad del par: tras el devastador ataque en el ático a Melanie (cuya planificación no resulta inferior a la de la escena de la ducha en Psicosis), la familia se dispone a huir del pueblo maldito; Mitch ha de arrancar el coche y acercarlo a la puerta de entrada, y entonces Lydia y Melanie y Cathy montarse: todo ello en el mayor silencio posible, para no desatar la furia de las pájaros —cientos— que se han posado como centinelas sobre el tejado de la casa, el árbol del jardín, el granero… Así, cuando ya está el coche dispuesto y a punto las mujeres de montarse, Cathy pregunta si se puede llevar a los periquitos: por supuesto que puede, le contestan. La niña entra en la casa corriendo y sale con la jaula. Se meten finalmente todos en el coche y este comienza a moverse, tentativo, por el camino hacia la liberación, mientras los pájaros permanecen invariables en sus posiciones, pues la causa de su turbación se aleja, se aleja, se aleja… Fuera de la lectura estricta de la imagen, podemos apoyar esta interpretación con que en la versión original inglesa del film el nombre de los periquitos es <<love birds>> (<<pájaros del amor>>), un probable guiño del humor inocentemente sádico propio de Hitchcock; que al llevarse en el coche la jaula, lo que hacen es llevar la locura ornitológica a la gran ciudad y de este modo extender el caos (un final más acorde con un film de terror); que los periquitos son verdes como verde es el abrigo de Melanie, pero de un tono por completo diferente (alusión al falso indicio de ella como culpable, aparte de que el plumaje de los periquitos es, con diferencia, el tono más brillante en la paleta cromática del film, cual señal de energía). En contra de la culpabilidad de los periquitos cabe oponer que estos son el MacGuffin que echa a rodar la trama (Melanie va a Bodega Bay para regalárselos a Cathy por cumpleaños, tras el encuentro inicial que tiene con Mitch en una pajarería), y que un MacGuffin es una excusa, un clic cuanto más vacío mejor, pero aquí tendría un peso dramático esencial. (En cualquier caso este contraargumento tampoco respeta la materialidad de la imagen, sino que se deriva de otros filmes y declaraciones de Hitchcock).

Se adopte el enfoque que se adopte, se den estas u otras interpretaciones —hoy no es difícil ver en Los pájaros un film sobre el coronavirus—, acaso la respuesta, el núcleo irreductible, es que no hay respuesta: los pájaros atacan porque sí, punto. Pero admitir esto nos abismaría ante el vértigo del vacío, de la incertidumbre, de lo irracional, el vértigo de quedarnos a solas con nosotros mismos y admitir que hay, y siempre habrá, misterios más allá de nuestro conocimiento.

(La sombra del ciprés, 11/12/2020)

@enfaserem

 

Ficha del film

Tít.: Los pájaros

Año: 1963

Dir.: Alfred Hitchcock

Ints.: Tippi Hedren, Rod Taylor, Jessica Tandy

Estados Unidos, terror, color, 115 mins.

 

 

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Sobre el autor

Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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