Sobre el bono cultural el debate se está centrando en el contenido, si toros sí o toros no, si sí o no plataformas digitales, cuando en primer lugar habría de recaer en su oportunidad. Que resulta muy discutible. El bono cultural, con toda la buena intención aparente, es ante todo un ejemplo de gobernanza por ocurrencia y de populismo (y el que se dé en otros países no le resta ni populismo ni ocurrencia); en lugar de destinar esos 200 millones a un fomento real, con visos de duración, de la cultura, se ofrece una ocurrencia con eco mediático que va a recibir de entrada el apoyo unísono de los destinatarios, justamente la franja de población que alcanza la edad para poder votar.

Habría que recordar al ministro Iceta y al presidente Sánchez que ya hay unos lugares donde los jóvenes pueden culturizarse con libros, discos, películas, tebeos… Se llaman bibliotecas, y son gratis. Si uno las pisa, posiblemente le llame la atención, no menos que el fondo de catálogo, la escasez de usuarios. El fondo es enorme (incluye también el de otras bibliotecas de la red pública), pero claro, para tomar prestado un título hay que desplazarse, hacer una inversión de tiempo. ¿Es esta falta de tránsito producto solo del desinterés? No es imposible que en buena parte también producto de la ignorancia: el usuario posible no sabe lo que la biblioteca le puede aportar. Quizá cabría destinar los 200 a una campaña informativa.

En cualquier caso, es difícil que a los 18 años brote la curiosidad por la lectura o la danza, como dice esperar el presidente, si no lo ha hecho ya; esta curiosidad suele brotar de niños por mímesis o sugestión, no a cambio de una propina, aun jugosa.

(El Norte de Castilla, 27/10/2021)

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