Ya tenemos un nuevo profeta. Que, a diferencia de los efímeros vendecielos de la televisión por cable, amenaza no solo con sobrevivir sino con incrementar los adeptos a su doctrina y, con ellos, la difusión de su credo. El iluminado se llama Isak Gerson, y la confesión por él fundada, la Iglesia Misionera de Kopimism, acaba de ser reconocida en Suecia como religión oficial. El único dios que adoran no tiene luengas barbas ni el cráneo apaciblemente afeitado, y tampoco atributos espirituales como el altruismo, la abnegación o la bondad: es un dios moralmente aséptico además de incorpóreo, pero no por ello menos poderoso; es el dios al que de un modo u otro todos rendimos pleitesía, aun sin pertenecer a tan singular confesión. Es el dios Información. Un dios mutante, un dios que día a día vamos creando entre todos y que admite en su ser desde los pensamientos más sublimes hasta las abyecciones más salvajes, un dios cuyo reino —internet—, no como otros tantos paraísos religiosos, sí es de este mundo; un dios, sobre todo, consumible —pero en cualquier caso inagotable—, explotable, a quien la mejor manera de honrarlo es duplicándolo exponencial, indefinidamente. Porque el mandamiento sobre el que la nueva religión articula su fe es que la copia de contenidos en la red es un acto sagrado.
Con esta base, supongo con los recientes cierres de portales de intercambio de archivos que ha llevado a cabo el FBI, así como las propuestas de ley del Congreso y Senado estadounidenses contra la piratería en la red o las detenciones en Holanda y Alemania de algunos de los administradores de estos portales han sido vistos en el seno de Kopimism como actos heréticos. Claro que sí. Malditos sean estos guardianes del copyright. Abracemos el credo Kopimism, loemos juntos al Mesías Gerson y unámonos todos en una yihad digital contra las webs de estos organismos censores, castrantes y absolutistas. Nuestra sagrada fe de corta y pega lo merece.
(El Norte de Castilla, 26/1/2012)