En la NASA se tiran de los pelos estelares porque el presupuesto asignado a la Agencia para el 2012 no ha mantenido la parábola atómica de los últimos años y se ha visto reducido a 18.700 billones – sí, con be – de dólares. La FAO ha solicitado a Estados Unidos 190 millones – estos con eme de moral, con eme de muerte – inmediatos para tratar de paliar la epidemia de huesos y moscas y estómagos como bolsas de aire del hambre que devasta el Cuerno de África. Mientras, el G20 se reúne, discute, oficia comunicados de prensa y prepara la siguiente reunión. Así que disponemos de la tecnología necesaria para poner a un hombre a dar vueltas por Plutón pero no para establecer infraestructuras básicas de agricultura en el Cuerno. Investigamos para establecer colonias en Marte pero dejamos que las etnias del Cuerno solucionen a machetazos entre ellas sus pequeñas diferencias. Anhelamos encontrar vida extraterrestre pero somos incapaces de mantener digna la vida en la Tierra. El universo es un firmamento de posibilidades que queremos conquistar; la realidad terrestre nos debe de aburrir y por eso pasamos de ella. Mejor invertir en polvo de estrellas.
Pero la obscenidad no está tanto en el presupuesto de la NASA, ni en la comparativamente indigna cantidad de 500 millones de dólares aprobados por el Banco Mundial como ayuda urgente, como en que las ayudas previas no han sido sino escuálidas tiritas para un cuerpo que demanda una intervención total, integral, y la voluntad de mantenerlo hasta que haya sanado por completo y pueda valerse por sí mismo. Los señores de la guerra son los señores del hambre, y si no se realiza el esfuerzo necesario para frenar la corrupción, para no tener que depender del dios de la lluvia, los 500 no serán sino la última tirita de una larga lista devorada por el lastre atávico de hambre y guerra que en suma es el Cuerno y sus 12 millones de moribundos, cada uno un recordatorio de la vergüenza.
(El Norte de Castilla, 28/7/2011)