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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Los cien de La sombra

El ser humano tiende a pensar en números gordos: en múltiplos de dos y cinco,  sobre todo en el cero. El humano es un pensamiento decimal, que atribuye a las cifras terminadas en esos números un peso, una presencia que los otros no alcanzan, especialmente los impares fuera del cinco. De esta tendencia natural —más acusada en Occidente— saben sacar los comerciantes partido más que nadie; apuran los nueves en los decimales de sus precios hasta extremos paroxísticos, algo que en frío podría resultar ridículo pero no lo es en absoluto; si lo hacen es porque funciona. Casi con gusto pagamos 4,99 por unas chanclas o una camiseta, pero si en la etiqueta pone 5,00 instintivamente levantamos la ceja y pasamos a la sección de al lado. Un coche no se venderá nunca por doce mil euros sino por once mil novecientos, y así sucesivamente. Cualquiera conoce la trampa pero muy pocos logran sortearla. Pero quizá donde con más claridad se aprecie esta tendencia decimal de nuestro pensamiento sea en la cronología. Cuadriculamos la flecha del tiempo en décadas, cuartos y medios centones, siglos y milenios —>—, y el día de nuestro cumpleaños puede convertirse en una agonía que deseamos pase cuanto antes o en una celebración de lo pasado y sobre todo de lo por venir, solo por el hecho de que esa vez la efeméride haya o no terminado en cero. La depresión de los 30, de los 40, no es un tópico ni un hecho que afecte solo a esos tarados que aún siguen creyendo en la astrología, sino un fenómeno psicosocial masivo, del que solo se libran los más afortunados o los más inteligentes. Con treinta años nos sentimos más viejos —y vemos más viejo al de enfrente— que con treinta y uno, y esto se repite hasta que llega un punto —si llega— en el que uno comprende que no importa la cifra sino el contenido, pero entonces ya suele ser tarde. Esta visión tiene también su contrapartida cuando se ha rebasado cierta edad; así, cumplir cien años más parece un ejercicio de la voluntad que un devenir biológico excepcional. Lo vemos como algo admirable, si bien todo lo que ha hecho el que cumple cien años ha sido dejarse llevar. Aunque bien mirado, en ciertos casos sí es necesaria mucha voluntad para llegar al cien. Que en un tiempo donde los textos tienden a limitarse hasta límites inexpresivos, pues >, se haya apostado por un suplemento semanal que dedica tal espacio, y con tal cuidado, a la letra escrita y impresa, merece sin duda el aplauso. Cien números son muchos números, un ciclo ha concluido, ahí queda. Pero pese a esta cima alcanzanda, que puede y debe hacer sentir orgullo a sus responsables, lo mejor del asunto es que, al fin y al cabo, el cien no es sino un número más: no supone un punto y final sino un punto y seguido. Lo mejor no es haber alcanzado el cien, con toda su rotunda y cerrada autoridad, sino saber que la vida sigue y que la semana que viene tendremos en nuestras manos el ciento uno. No se lo pierdan.

(La sombra del ciprés, 2/6/2012)

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Sobre el autor

Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


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