A Joan Didion (Sacramento, 1934) el reconocimiento en España le llegó hace un lustro con la publicación de El año del pensamiento mágico; un reconocimiento tardío y por tanto injusto, pero que al menos ha contribuido a la publicación por Mondadori de los dos títulos que ahora comentamos, Noches azules y Los que sueñan el sueño dorado.
El primero puede considerarse la segunda, no menos dolorosa, parte de El año… Si este tuvo el origen en la muerte súbita del marido, Noches azules lo tiene en la demorada y fatigosa de su única hija, a la edad de 39 y producto de la labor erosiva/depresiva de muchos años de alcohol. Como en su antecesor, Didion mantiene en Noches azules un tono confesional que jamás incurre en la pornografía emocional. La prosa de objetividad clínica que tienen ciertos pasajes consigue, en paradoja solo aparente, acentuar la hondura de la emoción, hacer que esta le llega al lector más virgen, menos adulterada, sin el habitual aderezo lacrimoso a que se prestan ―y en el que incurren― la gran mayoría de estos libros. El dolor y la fragilidad que muestra Didion son los que siente, la lucha contra el destino y la acción paliativa del tiempo y del trabajo son el proceso por el que ella ha pasado, no hay en su relato ni autocompasión ni regodeo. Noches azules es un libro sobrecogedor y perfecto, y perfectamente autónomo, pero que forma asimismo con El año… un díptico de una sola totalidad deslumbrante. Tratar de comparar uno y otro es tan inútil y absurdo como tratar de establecer jerarquías en el dolor por la muerte de las dos personas a quien más ha querido uno en la vida.
Igualmente perfecto es Los que sueñan el sueño dorado, recopilación de algunas de las más celebradas piezas periodísticas de una obra que abarca más de cuatro décadas y que constituye el mejor ejemplo de Nuevo Periodismo del siglo XX. El criterio selectivo es inevitablemente arbitrario ―igual que se han elegido estas hubieran podido elegirse otras tantas, y el resultado no hubiera sido inferior― pero equilibrado por la variedad de temas y por incluir ejemplos de todos los libros de no ficción periodística publicados por JD. Adiós a todo aquello, los tres capítulos incluidos de su extenso libro-reportaje Miami, Cuaderno de Los Ángeles… son textos que, una vez leídos, exigen cerrar el libro un rato para que su sabiduría geométrica se nos asiente y podamos asumirlos y disfrutarlos más, y que, inagotables, invitan a la relectura y el análisis. Cualquier interesado en la evolución sociopolítica y (contra)cultural (de Estados Unidos y Centroamérica fundamentalmente, pero no solo), y sobre todo cualquier interesado en la escritura como forjadora de realidad y en la manera en que opera el lenguaje tiene aquí una cita inaplazable.
Lo que nos lleva a la cuestión del estilo y la vinculación medular que tiene con la traducción. Traducir a Didion es dificilísimo, pese a que el minimalismo de su estilo podría inducir a creer que se trata de una tarea sencilla. En absoluto. Cuando Norman Mailer habló del > debió de ser en Didion en quien estaba pensado. En Didion cada palabra y cada signo de puntuación está pesado y sopesado para alcanzar la mayor fuerza expresiva posible, en delicadísimo equilibrio; incluso los —aparentes— descuidos tienen una razón de ser. Pero ese rigor actúa como una camisa de fuerza para el traductor: cambiar de sitio un naipe puede suponer que todo el castillo se derrumbe. Didion es especialmente obsesiva con tres aspectos de su escritura: las repeticiones y el uso de las comas y el de la conjunción >. Estos son rasgos fácilmente respetables, que no exigen una interpretación, y sin embargo en las traducciones de Los que sueñan… y Noches azules no siempre se respetan, acaso por miedo a que el lector no los acepte, acaso porque se consideren deslices mejorables. Pero la labor del traductor es dar el alma del texto, que es la voz del autor, con todas las “imperfecciones” que pudiera tener, y la mejor manera de hacerlo es respetando el texto hasta donde permitan los límites de la lengua. Tomemos la citada Adiós a todo aquello. Ya en la segunda frase se introduce un > que no está en el original. ¿Qué sentido tiene esto? Javier Calvo, el traductor, es además escritor (y uno muy bueno), y por ello debiera haber resistido la tentación de cambiar a Didion; como escritor que es —es decir, como hombre con oído para las palabras—, Calvo da una Didion de voz unitaria y compleja y fascinante, una Didion sustancialmente mejorada respecto de la Didion previa de la editorial Global Rhythm y de las otras traducciones latinoamericanas, pero una Didion que podría todavía acercarse más a la original.
Este enfoque quizá se adopte en las, esperemos, próximas traducciones de esta autora incomparable, de quien urge la traducción integral de su poliédrica obra. De momento nos conformaremos con los dos títulos comentados: sin duda dos de los libros del año, de la década, de lo que ustedes quieran.
(La sombra del ciprés, 1/12/2012)