Lo más reseñable de la puesta en escena de los cuatro directores candidatos al Goya es la variedad estética de sus propuestas. Pablo Berger consigue el milagro de que no solo no se echen en falta ni el color ni la voz, sino que se prefieran el blanco y negro y el silencio. La mirada de Fernando Trueba en El artista y la modelo es de respetuosa distancia y a la vez íntima, amorosa, y alcanza una delicadeza insólita en una filmografía que siempre ha respetado el principio de que la cámara no se interponga entre el material y el espectador. La labor autoral de J.A. Bayona resulta más difícil de discernir. Lo imposible procede por acumulación, y su mérito radica en haber sabido manejar la magnitud de los elementos productivos del film, pero se tiene la sensación de que con otro realizador de blockbusters cualquiera no habríamos notado la diferencia. Y Alberto Rodríguez demuestra con la magistral Grupo 7 que la sobriedad puede ser emotiva y que cabe la crítica sin moralina. Las quinielas patrias dan el premio a Bayona. Uno sospecha que recaerá en Berger, aunque no sea su favorito.
(El Norte de Castilla, 17/2/2013)