Raúl, o sea el otro, o sea el hermanísimo, acaba de dinamitar el VI Congreso del Partido Comunista Cubano con una serie de bombas racimo verbales no por tardías menos subrayables. Quiere romper el inmovilismo jurásico de los cargos políticos de la isla limitando a diez años el periodo máximo de ejercicio. Quiere incentivar la iniciativa privada. Quiere acelerar los procesos de excarcelación de los presos políticos. Quiere descentralizar y reducir el papel de papá-Estado (o hermano-Estado, en este caso). Quiere incluso – ¡será réprobo! – dialogar con el ogro yanqui. Viniendo estos anuncios de quien viene, que adquirió el poder total por herencia y designio fraternos, como en las más rancias monarquías, el anuncio resulta cuando menos insólito. Pero tampoco se trata de borrar la realidad de un brochazo, con lo que ha costado construirla, pues pretende incorporar las citadas novedades sin perder las esencias revolucionarias que son santo – con perdón – y seña del partido, así la enseñanza y la sanidad universales y gratuitas. “Socialismo de mercado”, lo ha llamado. Raúl Castro o la cuadratura del círculo.
Esta fórmula de socialismo de mercado le suena a uno como la de “Capitalismo de rostro humano”, que ahora tanto se usa en el hemisferio del dólar, mayormente por los rostros que no dejan de forrarse, crisis mundial o no mediante. Esta utopía política de conciliación de extremos es no por deseable menos ingenua, si es que la ha lanzado honestamente. Porque el hermanísimo debería ser el primero en saber que tenderle la mano al capital es perder el brazo. Abrir una brecha en el mármol del socialismo científico – por naturaleza hermético: ahí radica en gran medida su cientificidad – es permitir que ingrese una cuba de agua que de a poco se irá solidificando en una cuña de hielo que terminará por quebrar el sistema entero. Raúl ha matado freudianamente al padre/hermano político, acaso sin pretenderlo. Fidel se mesa la barba.
(El Norte de Castilla, 21/04/2011)