Aprovechando el barbecho de sol y tedio estival, el gobierno, por la boca tantas veces muda del presidente, ha emitido un anuncio tan extemporáneo como sorprendente. Si el adelanto de las generales era más o menos concebible, la propuesta de reforma constitucional a alguno le ha pillado sacudiéndose las últimas telarañas de la siesta, sin saber muy bien si lo que recién creía haber oído era lo que había dicho la teuve en realidad o el eco confuso de una digestión pesada. Pero sí, era real: lo es. O lo es a medias, porque tras airear una reforma constitucional con referéndum al hilo, ahora parece que no va a haber tal. Se nos ha quedado cara de coitus interruptus, y no porque la propuesta no tenga interés sino por todo lo contrario, porque lo tiene y nos prohíben manifestarlo. O lo tiene de entrada, ya que la mudez del presidente solo se ha roto para hacer el anuncio; nos hubiera gustado una glosa, un comentario, algo que concretase un poco eso de la estabilidad presupuestaria. Entre la forma para anunciarla/adoptarla y la mudez explicativa subsiguiente de Z., más que una necesidad constitucional la reforma parece un parche económico en el que se ha usado a la Constitución como tirita. Aunque a lo mejor no se ha explicado por la sencilla razón de que a la pinza PSOE/PP no le interesa que se conozca en qué consiste.
Y no se trata de un problema entre referéndum sí o no. En una democracia saludable el debate democracia representativa/democracia directa no tendría sentido, pues la representativa debería bastar, ofrecer las mismas garantías que la otra. El referéndum presupuestario casi seguro no sea necesario, pero con la actitud demostrada se vuelve a tener la sensación de que representar, mayormente solo se representan a sí mismos. Mientras deciden en qué quedan, por Pucela estaremos de casetas, ese otro barbecho voluntario para olvidarnos por un rato de la realidad circundante. Los que puedan pagar el precio de los pinchos.
(El Norte de Castilla, 1/9/2011)