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Eduardo Roldán

ENFASEREM

Apunte: Egipto

La asonada de Egipto es uno de los hechos políticos más confusos que uno recuerde. Las cosas no son nunca ni tan inmaculadamente blancas ni tan abisalmente negras como nos las suelen pintar; como nos las suelen pintar y como muchas veces queremos que nos las pinten, de modo que nos ahorren el tiempo y el trabajo de investigar y formarnos una idea propia. En todo caso, si nos detenemos en una noticia algo más que los cinco o diez segundos que se tardan en leer un titular, al final quedará un aroma, un rescoldo, siquiera el boceto de una idea, pero un boceto mucho más válido —incluso aunque en parte erróneo— que la tajante y monocroma polarización que suele obtenerse de comentaristas políticos y tertuleros de la cosa.

Pero la asonada de Egipto resulta un escollo especialmente arduo para saldarlo de dos patadas, ni siquiera para los profesionales del brochazo; no es que tenga grises, es que todo él es un gris confuso y turbio. Sí, todo golpe de Estado ha de condenarse de entrada, como subversión violenta que es del orden elegido por el pueblo; por otro lado, si el pueblo ha cambiado de parecer desde que se pronunció en las urnas, ¿no debería escuchársele y no esperar hasta una nueva cita electoral? Sí, el establecer una hoja de ruta en el mismo momento de tomar el poder parece un indicio de la voluntad de concordia de los militares levantados; por otro lado, si como en tal hoja de ruta  se expresa se convocan elecciones, desde luego podría volver a ganar el gobierno recién derrocado. ¿Entonces, de qué ha valido la sangre, los gritos, la discordia? ¿Hubiera sido mejor —más efectivo— buscar otra vía? Claro que hay veces que la única vía factible, cuando el interpelado prefiere sellarse ojos y oídos con hormigón antes que ver y escuchar lo que tratan de decirle, es intentar la vía del cloroformo, como dicen los aficionados al boxeo, lo cual tampoco asegura que quien ha recibido la medicina vaya a esperarse de brazos cruzados, sea Hermano Musulmán, sea ultraortodoxo de la Torá. Y sí, Morsi, fue el primer presidente en la historia de Egipto elegido con papeletas y conteo, pero por otro lado a Hitler también lo eligieron con papeletas y conteo. Entonces… No sería de extrañar que al final de los cambios la infraestructura del asunto quedase como está, o sea con el pueblo en sufrimiento.

 

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Sobre el autor

Columnas, reseñas, apuntes a vuelamáquina... El autor cree en el derecho al silencio y al sueño profundo.


julio 2013
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