Los japoneses robotizan a Chéjov. Hay fundamentalistas de la vanguardia que aplauden encendidos la propuesta, hay fundamentalistas de la tradición que la denostan con igual fervor; muy pocos de unos y otros la han visto. Lo que nadie parece advertir es que lo que nos emociona del robot-actor es justamente lo que tiene de humano, el esfuerzo del hombre o mujer que lo creó, que lo diseñó.
EEUU presiona para que la Ley de Protección de Datos no salga adelante. La privacidad es un territorio sagrado que no deja de bombardearse a diario sin nuestro consentimiento, y es además la gran conquista del Estado de Derecho, de la que derivan el resto de derechos fundamentales de la persona (y por tanto sobre la que se asienta el edificio de la sociedad, todo el sistema de convivencia). EEUU presiona, sí, pero no hay quizá hoy ley más necesaria; el ciudadano necesita sentirse de alguna manera amparado, saber que existe una herramienta a la que acudir si su territorio es violado. Otro tema es la operatividad real de esa herramienta, cómo queda la ley definida; pues la única certeza es que vamos a seguir siendo espiados, violados, y mejor sería una ley que se pasase de garantista (en realidad no podría pasarse, pues la protección de la intimidad debería, idealmente, ser total) que una que se quedase en un grupo numerado de buenas intenciones.
Rajoy: “Las decisiones más necesarias son las más difíciles de tomar”. ¿Y qué se supone que significa esta vacuidad? ¿Va a tomarla o no? ¿Y en qué sentido?