Las noticias tienen la tendencia a arracimarse por temas, y así el bananazo contra Alves ha tenido su eco racista en la soleada California con la conversación telefónica del propietario de Los Ángeles Clippers, señor Sterling, quien advirtió a su novia que no se relacionase con negros ni los llevase a los partidos, que no alternara en público con minorías. El resultado de la advertencia ha generado un apabullo de reacciones como solo Estados Unidos es capaz, empezando por Obama, y le ha supuesto a Sterling una multa de 2,5 millones de dólares y la sanción de por vida de la NBA; además, le pueden quitar Los Clippers si ¾ de los otros propietarios de equipos se muestran de acuerdo.

El caso tiene todos los ingredientes de los buenos culebrones americanos: villano de éxito, afrenta a los principios de los Padres Fundadores, castigo ejemplar. Y como en todos los culebrones el desenlace apesta. Sterling no es más que una cabeza de turco, y el verdadero villano, todos los que claman por aquella. ¿Cómo se puede multar, sancionar y expropiar a alguien por algo que dice en una conversación privada? El periodista que la grabó y la dio a conocer es el héroe del culebrón —habrá conseguido un ascenso—, cuando debería ser el procesado. La intimidad es hoy un concepto que de tan poroso resulta inexistente. Si a todos nos condenaran por comentarios que hacemos en el salón de nuestra casa, las cárceles no darían abasto. Uno se pregunta cuándo llegará por fin la Policía del Pensamiento orwelliana, porque ya solo nos falta esto. Resulta mucho más lamentable la unanimidad social de la respuesta que la afrenta íntima de este señor, y personalmente preferiría mil veces trabajar para un jefe con el corazón racista que ser cómplice de una Inquisición hipócrita. Arrebatarle al individuo el ámbito privado es el primer paso para descomponer la sociedad, la convivencia. Obama ha quedado a la altura intelectual de Oprah Winfrey y a la moral de Stalin.

(El Norte de Castilla, 8/5/2014)

@enfaserem