Me resulta difícil aceptar que una película como ‘Elogio de la distancia’ no haya encontrado apenas distribución. A Valladolid no ha llegado, y me imagino que a muchas otras ciudades medias tampoco. Entonces, reducida a estrenos fugaces en Madrid o Barcelona en época veraniega, y sin aumentar su resonancia a pesar de las críticas favorables, quedará reducida al olvido de la que no la rescatará el correspondiente pase televisivo de madrugada en la segunda cadena. Nunca será una película de masas, pero ¿cómo no confiar en que cien, doscientas personas se acerquen a verla? A estas alturas me temo que sólo un premio o un Goya puedan multiplicar su presencia.
Todavía le quedan dos pases en la Seminci, en esa sección de feo título, ‘Spanish cinema’, que permite recuperaciones y estrenos insospechados como éste. Es una película que ha dirigido el leonés Felipe Vega (‘Nubes de verano’, ‘Mujeres en el parque’ entre otras obras) al alimón con el escritor Julio Llamazares. Ambos se han embarcado durante un año entero en la exploración de una comarca gallega, limítrofe con Asturias, de pequeñas aldeas a ambos lados del Navia con Fonsagrada de capital. De su aventura y de los muchos metros rodados ha quedado una película contemplativa, receptora de una vida compleja que la paciente cámara va encontrando y apurando con sus precisos encuadres. Paisajes, vidas, caseríos, viejos y nuevos oficios, las estaciones que van pasando como la gran novedad sobre la tierra, conducidas cada una por personas distintas: el cartero, una mujer que desbroza caminos, un buscador de setas y finalmente la veterinaria. Recuerda en su estructura a ‘El cielo gira’, de Mercedes Álvarez, pero tiene otra hondura distinta y una mirada más panteísta, de seres de la vida y elementos de la naturaleza que se acompasan e integran para formar un canto general, un canto silencioso que sólo admite sus propios sonidos y se va replegando en sus ritmos y repeticiones: el viento que azota los despojos, la ropa tendida un día y otro, los músicos que tañen un instrumento vibratorio, los animales que buscan el pasto o se guarecen en el establo.
Una película insólita en este ‘Spanish cinema’ tan abundante en la Seminci.