Carlos Saura es autor de cerca de cuarenta películas, pero en el disco duro de muchos componentes de mi generación su obra se concentra en las ocho que hizo entre 1967 y 1976, de ‘Peppermint frappé’ a ‘Elisa vida mía’, con el prólogo de ‘La caza’ y el epílogo de ‘Mamá cumple cien años’. Incluso aventuraría sobre los rescoldos de aquella época una segunda reducción : todas estas películas eran como capítulos de una síntesis mayor, que jugaría el papel de gran relato oblicuo del último franquismo, de metáfora de su aire irrespirable que logró saltarse la censura.
¿Es así? ¿Está la obra de esos años tan pegada a su tiempo como para venir lastrada por él? Trato de contestar a estas preguntas revisando la primera de la serie, ‘Peppermint frappé’, en la que ya está en la producción Elías Querejeta, Rafael Azcona en el guión, Luis Cuadrado en la fotografía, lo más granado de nuestro cine. Y sí aparece el tiempo oscuro en que fue rodada, con la represión sexual que angustia a sus personajes, con un ambiente gélido como el skay de los decorados, con una vida de provincias (hermosísima Cuenca) sin horizontes. Y hasta con ese cóctel verdoso que como dice Alfredo Mayo, sabe a pasta de dientes. Pero la película vive también sin esos referentes, sobrevuela su época, y nos presenta a día de hoy un discurso reconocible sobre el fetichismo, sobre el sexo temido y angustioso, sobre la soledad. Y sobre el viejo fantasma del doble, fuente inagotable de inquietud y ambigüedad poética.
Es además una obra construida con rigor, jugando con los silencios que descubren sin mostrar el mundo interior de los personajes, con una interpretación soberbia de José Luis López Vázquez y todo el reparto, y con escenas tan brillantes como el baile de Geraldine Chaplin sobre la voz negroide de Teddy Bautista, hoy cazador testarudo de piratas digitales al frente de la Sociedad General de Autores.
Saura, el risueño Saura, el apasionado Saura que homenajea sin cesar a Antonio Machado, a los pintores de El Paso, a Luis Buñuel, bien merece esta revisión, aunque las turbulencias del Festival no permitan demasiados retornos a su ciclo. Ayer en la sala estábamos siete personas.