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jorgepraga

Hoy empieza todo

Septiembre del 75, Octubre de 2009

Eran otros tiempos en este país. Los trae Adolfo Dufour en su documental ‘Septiembre del 75’, enhebrado sobre uno de los cinco fusilados en esa fecha, los últimos fusilados de franquismo. Xosé Humberto Baena tenía entonces mi edad, y ahora también compartiríamos años de no haberse cruzado en su camino la sangrienta represión con que se despidió la dictadura. El documental me pertenece, respiro por sus imágenes, veo de nuevo a los represores y a sus cómplices, vuelvo a pensar en esa palada de arena sobre el pasado que fue la Transición, y que ha tapado durante 34 años historias como ésta, la de la vida truncada de Xosé Humberto Baena.
Me pregunto si las nuevas generaciones reconocerán a esas gentes y a esas calles como las mismas que siguen albergando sus vidas. No tanto si conocen los hechos del final del franquismo y el arranque de la transición; no, la cuestión es si los perciben como propios, todavía latentes, decisorios de la vida de sus padres y de tantas otras personas cercanas. Y también presentes en la actualidad, en los miedos, en las vejaciones sin mitigar, en la obediencia al dictado de que es mejor no revolver los hechos, no revolver nada.
El borrado ha sido eficaz, supongo. Las palabras esconden sus significados de antaño: militancia política, lucha armada, manifestaciones, saltos, libertad, obreros, justicia. Otras terribles han desaparecido del todo, sin que nadie haya cargado con su suciedad: picana, sótanos de la DGS, Billy el Niño, Conesa, disparos al aire que matan. Y todas envueltas en violencia, en la violencia que engendra violencia, según la cita de Esquilo con que se abre la película. Una violencia que ejercía implacablemente el estado franquista y que tenía respuesta en grupos organizados y clandestinos.
Xosé Humberto Baena también ha sido borrado. Nadie responde a las preguntas sobre la farsa legal que le condenó y fusiló. Los tribunales devuelven las peticiones sobre la revisión de su caso; tampoco las lejanas instancias internacionales se sienten implicadas o concernidas. Su nombre llega hasta estas líneas por el empeño de su familia: su padre dejó una emotiva carta a los nietos relatando los hechos, y su hermana no ha dejado de remover y preguntar. No pide nada, sólo la reparación moral y jurídica de la memoria de Xosé Humberto. Y en esa estela se construye el documental de Adolfo Dufour, austero y estricto en su planteamiento de dejar hablar a los protagonistas sobre una delgada y lírica voz del narrador.
Xosé Humberto en los días previos a su fusilamiento dio cuenta en las cartas a sus padres de las lecturas que hacía en la cárcel. Un chaval templado, que podía leer a Blas de Otero cuando sabía que su vida se acababa. Y anota la impresión que le causaron unos versos del poeta, que ahora se ajustan perfectamente al empuje que le da esta obra: “Si he perdido la vida (…) me queda la palabra”. Su palabra, enhebrada en imágenes y testimonios, le devuelve, nos devuelve, lo que se quiso y se quiere borrar. Tachar, más que olvidar.
Larga, larga ovación del público.

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